viernes, 27 de septiembre de 2013

LA SALUD ES UNA CUESTIÓN DE ACTITUD, ¿QUÉ TIPO DE PROFESIONAL ERES?

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Siempre he sido muy crítico con respecto a los diferentes actores que actúan en el escenario de la salud. En esta película incluyo a los médicos, técnicos de Fitness, especialistas en actividad física, entrenadores personales, terapeutas, quiroprácticos y también -porque no- gerentes de centros deportivos etc. Este análisis me ha llevado por una parte a desconfiar de muchos de ellos y por otra a confiar y admirar profundamente a otros, pero sobre todo me ha llevado a la conclusión de que podemos llegar al mismo punto desde diferentes caminos. Este análisis puede sintetizarse en el conocido dicho: "Ni son todos los que están, ni están todos los que son" resumiendo la idea de que no todo lo que se vende en el entorno de la salud y la actividad física es verdadero ni verdaderos son muchas veces los que lo ofrecen.


La realidad es que los centros deportivos en España tienen una deserción de entre el 35 y el 50% anual. Esto significa que cada año, perdemos en nuestras instalaciones deportivas a casi la mitad de los clientes y significa también que nuestros clientes o bien se aburren, o bien no hemos sabido transmitirles la necesidad e importancia de hacer ejercicio físico o bien no estamos cumpliendo los objetivos por los cuales este cliente se apuntó a nuestra instalación. ¿Y qué mejor consejero de los buenos hábitos de salud que el profesional de la salud, sea médico, quiropráctico, Entrenador Personal o profesional de la actividad física?

Es cierto que actualmente el centro o instalación deportiva conforma un nexo de relaciones sociales y un lugar destinado al ocio y al esparcimiento. Pero también es cierto que estamos sucumbiendo a las terminologías del marketing y a los procesos orientados a la rentabilidad de los conceptos de negocio, más que hacia el verdadero propósito de cualquiera de estos profesionales: la salud de las personas. El resultado es evidente: por una parte nos hemos convertido en médicos que diagnostican y prescriben soluciones farmacológicas, incapaces muchas veces de aportar soluciones que ataquen el problema de raíz, y por otra tenemos a los pseudo-especialistas en Fitness y actividad física, con más dotes de animadores turísticos que de consejeros e implementadores de medios correctores que contrarresten los hábitos erróneos de vida. Bienestar es mucho más que ganar masa muscular o adelgazar y tiene poco que ver con lo que dice el espejo.


Partamos de la base de que un profesional dedicado al entorno de la salud, debe ser un modelo de comportamiento… desde mi perspectiva, explicarle a un paciente que padece un enfisema pulmonar y que debe dejar de fumar mientras el paquete de tabaco espera ansioso en el bolsillo del médico o el entrenador personal es algo amoral e inexplicable. De igual forma no podemos tratar con un cliente con sobrepeso o con cualquier otra patología que sea susceptible de precisar de una terapia conductual o de un proceso de convencimiento, cuando nosotros mismos no aplicamos estas reglas en nosotros. Los motivos de lo que hacemos bien y también de lo que hacemos mal, están principalmente en nuestro cerebro.

Para las personas que desean perder peso puede ser muy beneficioso comenzar un programa de actividad física, pero si además no enseñamos a esta persona a no cometer los errores que le hicieron ganar peso sólo estaremos solucionando una parte del problema. Lo malo es que ahora mismo hay más "ofertadores de servicios" que "ofertadores de soluciones" o sea, se vende mucho pescado y pocas cañas de pescar. En este punto es en donde, de nuevo, muchos pseudo-profesionales se darán por aludidos, solamente hace falta una pregunta: ¿cuál es tu trabajo?, en mi caso particular la respuesta está clara, mi trabajo, mi vida, es la salud, la salud de las personas y mi propia salud. Si esta misma pregunta la hacemos a muchos profesionales que en estos mismos momento están impartiendo actividades dirigidas en cualquier gimnasio de España y del mundo, e incluso vistiendo una camiseta en donde se lee “Entrenador Personal”, seguramente la respuesta no será tan clara. 

Y es que por desgracia, nuestro sector está poblado de  mercenarios que se dedican a falsear el concepto de bienestar sin siquiera saber aplicar sus principios en ellos mismos. ¿Cómo podemos auto-denominarnos profesionales de la salud sin conocer y practicar este concepto en toda su extensión?

Desde luego que un médico puede ser un gran profesional a pesar de ser fumador, la aplicación de su experiencia y conocimientos no es vinculante con sus costumbres, pero tampoco olvidemos que la palabra Doctor deriva del latín “Docere”, que significa enseñar o instruir y esto implica una responsabilidad directa con el paciente. No se trata simplemente de solucionar la causa de la patología sino trabajar en la prevención de la aparición de esta. No es una cuestión de niveles. Lo que está mal está mal, así de sencillo. Fumar un poco no es mejor que fumar mucho, simplemente es un acto que atenta contra nuestra salud y demasiadas veces sobre la salud de los que nos rodean: si nuestros hijos inhalan menos sustancias tóxicas al convertirse en fumadores pasivos de nuestros cigarros, ¿es menos malo que si los fumaran directamente? está claro que inhalan menor cantidad de plomo, alquitrán etc. pero lo que está claro es que somos responsables de esa pequeña parte que entra en sus pulmones y responsables de su salud y también de la nuestra.




Tengo la gran suerte de conocer grandes médicos fumadores a los que reprendo constantemente en virtud de la amistad que nos une. Muchos de ellos salvan vidas todos los días y algunos contribuyen a mejorar la vida de algunas personas hasta un punto que jamás estará a mi alcance. Se trata de cirujanos, neurólogos, cardiólogos e incluso oncólogos que pasan su vida investigando, estudiando y haciendo llegar a los pacientes lo mejor de si mismos: su experiencia y una devoción admirable por su trabajo, es lo que me ha hecho plantearme muy seriamente el escribir estos párrafos. Sin embargo, y tras consultarlo con algunos de ellos, he llegado a la misma conclusión que ellos: lo que está mal, está mal independientemente de si el que lo hace es un neurocirujano con treinta años de experiencia, un astrofísico, un abogado o un conductor de autobús, y repito: la actitud no es vinculante con nuestro trabajo. 

Si lo es, en cambio con nuestra salud. De cualquier forma, algunos de ellos incluso me han alentado en escribir de forma más dura sobre este aspecto y… sinceramente, no creo estar al nivel suficiente para hacerlo. Yo puedo mejorar la vida de una persona convenciéndola y ayudándola a modificar ciertos hábitos, pero desconozco los resortes científicos y médicos como para luchar con las enfermedades y más allá como para salvarles la vida. Ese es el trabajo de los médicos. Sin embargo, si me otorgo la licencia para manifestar que jamás me pondría en manos de un profesional de la salud y la actividad física si el mismo es incapaz de ser responsable de su propia salud.

El porqué la gente no actúa en consecuencia con lo que aprende es todavía una incógnita. Parece ser que nuestras actitudes y decisiones están regidas mucho más de lo que pensamos precisamente por el pensamiento inconsciente. Los psiquiátras y psicólogos hablan de mecanismos de recompensa, socialización e incluso coacción involuntaria… de esto saben mucho los especialistas en marketing. Pero lo cierto es que gran parte de lo que somos, se aprende, pero otra parte de como actuamos y de nuestra propia manera de vivir está sujeta a decisiones poco planificadas y que quedan en muchas ocasiones determinadas por razones todavía desconocidas en zonas no exploradas de nuestro cerebro.

También llevar una vida insana, alimentarse de comida basura, llevar una intensa actividad de ocio nocturno con la consiguiente disminución de las horas de sueño y su repercusión sobre el sistema inmunológico, beber alcohol en exceso y consumir sustancias que provoquen drogodependencia, no es tampoco una cuestión de grados, lo que es nocivo lo sigue siendo aunque lo hagamos en menor medida o lo hagamos de vez en cuando. Actualmente sabemos por ejemplo que la nicotina es una de las sustancias que crea más adicción. 

Evidentemente, no es tan ofensivo a la vista ver a una persona fumar, que verlo agazapado con una goma en el brazo inyectándose heroína en la vena. Sin embargo cambian solamente dos cosas: la vía de entrada y la costumbre social que nos ha hecho aceptar una actitud aprendida como algo normal. Si la permisibilidad en el ataque contra la salud, es una cuestión de toxicidad, entonces no estamos hablando de salud, estamos hablando de química o más allá, de neurofisiología o medicina… si de lo que estamos hablando es de salud, entonces llamemos a las cosas por su nombre.



Entender esto es imprescindible para los que nos dedicamos a este mundo y para los que desean dar un giro a su existencia hacia un estilo de vida más saludable. Un día, conversando con Lucas Leal, uno de los mejores especialistas en biomecánica del ejercicio y activación muscular de nuestro país y entrenador personal, me dijo algo que ilustra perfectamente este concepto de disociación entre lo que hacemos mal en relación a los efectos producidos por estos actos. Hablábamos sobre un ejercicio muy difundido en las salas de entrenamiento de los gimnasios de todo el mundo: las poleas tras nuca para el trabajo de la musculatura dorsal. Leal explicaba el compromiso al que se someten los manguitos de los rotadores en la zona acromio-clavicular, es decir, el hombro, al realizar este ejercicio absolutamente erróneo, porque, según explicaba, el margen riesgo-beneficio no era aceptable ya que los mismos músculos podían trabajarse de igual forma pasando la barra por delante de la cabeza sin peligro alguno para nuestros hombros. "Que no nos lesionemos no quiere decir que el ejercicio sea correcto", -dijo-. De igual forma, que todavía no sintamos los síntomas de nuestros actos erróneos de vida no quiere decir que no estén mal. Lo que indica es que nuestro cuerpo por una razón o por otra, aguanta estos ataques hasta que un día se manifiesten. 

El cuerpo susurra antes de chillar. Lucas representa actualmente parte del “buque insignia” de un reducido grupo de profesionales de la salud y la actividad física que buscan la razón del por que ocurren las cosas en el cuerpo y como buscar una aplicación práctica en su prevención y tratamiento.

Lo ideal sería que nuestro médico dispusiera de las suficientes sinergias como para recetar un medicamento para controlar un problema coronario y también para delegar en un profesional de la actividad física el programa de ejercicios idóneo para reducir su índice de masa corporal y disminuir así el peligro de que el problema vaya a mayores. Un profesional de la nutrición nos diseñaría una dieta personalizada según nuestras necesidades, características y actividad física y un psicólogo o coach nos motivaría hacia el "cambio conductual" con el fin de garantizar nuestra adherencia a todo el programa. Este escenario ideal no está ocurriendo en la vida real. Sólo en algunos casos se implementan fracciones de estos procesos por parte de profesionales médicos y -cada vez más- Entrenadores Personales con verdadera vocación y conocimientos como para responder a esa sinergia con suficientes garantías. En este punto la palabra vocación se relaciona directamente con los conceptos de Actitud y Aptitud de los que también hablaremos.

Somos nosotros mismos los que debemos aceptar que entre el estado de supuesta salud (durante el cual estamos "alimentando" nuestra patología), el diagnóstico de la enfermedad y el consiguiente tratamiento médico, quirúrgico y/o farmacológico existen puntos intermedios sobre los que tenemos capacidad de gestión y cambio, ignorar esta capacidad es sencillamente darle la espala a nuestra propia salud. Es importante identificar "que" estamos haciendo mal. Ahora lo verdaderamente importante es aceptar que un acto erróneo de vida, un hábito peligroso para nuestra salud lo sigue siendo independientemente de su cantidad o repetición. Es así de sencillo, no es una cuestión de grados. Si no somos nosotros mismos los que priorizamos sobre nuestra vida, entonces será el médico el que tarde o temprano priorice sobre esta.

En estos momentos, las estadísticas y el conocimiento científico sobre las causas de las principales patologías que nos atacan son incomparables a tan sólo cincuenta años atrás. Se conocen de forma más o menos exhaustiva los factores desencadenantes y las posibles formulas preventivas. Disponemos de medios sociales más que suficientes como para acceder a estas soluciones y cada vez hay más profesionales capacitados que pueden ayudarnos y aconsejarnos. Por otra parte me niego a aceptar que la totalidad de la actual estructura deportiva de nuestro país es incapaz de motivarnos, fidelizarnos y ofrecernos respuestas concretas a problemas concretos más allá de las modas, las tendencias y los conceptos de actividad física que se camuflan bajo campañas de marketing, nombres llamativos, música y luces de colores. Estar mejor está sobretodo más que en nuestras manos, en nuestras cabezas.



Por de pronto, como profesional de este sector lo que yo propongo es -de momento- que no dejemos la responsabilidad a otros. Otros pueden darnos las herramientas, el diagnóstico, los medios, el sistema y casi la oportunidad, pero la responsabilidad del cambio es nuestra.


Luis Perea

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