miércoles, 30 de octubre de 2013

EL ESTRÉS ENVEJECE

Copyright © Luis Perea 2013. Todos los derechos reservados. Cualquier copia, duplicación o uso del contenido de este artículo está prohibido salvo autorización previa del autor.


El éxito y el fracaso

Creo que el verdadero éxito no es tenerlo todo bajo control. De hecho las personas que lo intentan suelen conseguir mucho éxito en unos campos y unos fracasos estrepitosos en otros. Cuando además esto no va acompañado de ganancias económicas ni de un éxito que sea perceptible por los demás (factor de reconocimiento social) el estrés y el ansia por ganar, rendir y sentirse útil puede desembocar el un cuadro de depresión importante. Algo, que según el V Congreso Catalán de Salud Mental, ha aumentado en España un 19% a raíz de la crisis.

Esto no quiere decir que el trabajo sea secundario y que debamos pasarnos la vida priorizando en cuestiones familiares, haciendo deporte o andar todo el día en chanclas y tocando la guitarra, simplemente debemos buscar un equilibrio entre nuestras metas de trabajo, objetivos personales (físicos, morales y espirituales) y aspectos familiares configurando nuestro éxito de forma autónoma e independiente, no el éxito que la sociedad nos impone. 

Todos estos aspectos son cruciales cuando hablamos de hábitos de vida saludables y en ningún caso quiero dar a entender que el estrés sea siempre negativo. Existe un tipo de “estrés positivo” sin el cual no sería posible planificar nuevos objetivos ni progresar en muchos ámbitos de la vida, además el estrés positivo nos mantiene alerta desencadenando procesos químicos sin los que la humanidad se habría extinguido hace miles de años, estimula la creatividad y motiva hacia la autorealización. 

El estrés positivo es necesario en la vida personal (al enamorarnos nos estresamos) y en la vida laboral, ya que hace que estemos orientados hacia la consecución de resultados, tengamos iniciativa, resolvamos conflictos y tomemos decisiones a tiempo. En este punto es necesario señalar que también depende mucho de la persona, sus niveles de motivación y su ansia de superación personal: hay personas que cuando trabajan más de ocho horas comienzan a estresarse y a tener un sentimiento llamado “síndrome de huída” a partir del cual desarollan sensaciones incluso físicas de ansiedad, nervios… si a estas mismas personas les subiéramos el sueldo a cambio de trabajar nueve horas en vez de ocho, estos síntomas desaparecerían muy seguramente. Por tanto la percepción del estrés es también una percepción personal que está motivada por un factor personal, cultural y social. De igual forma es fácil observar como algunas personas son capaces de trabajar doce o catorce horas cada día… sobre todo si ello conlleva un estatus social y económico elevado




El estrés envejece

Pero el estrés negativo es un enemigo silencioso que puede ser devastador para nuestra salud y no se trata de los episodios de estrés agudo que todos sufrimos de vez en cuando. Me refiero al estrés crónico, aquel que no controlamos y que -sabemos- que nos está dañando. Los síntomas más comunes del estrés crónico son: depresión, fatiga, migrañas, dificultades relacionales con la pareja e incluso con los amigos, mal humor, sensación de “pérdida de control”, tabaquismo, insomnio y ansiedad constante… Pero hay además una patología que no produce síntomas a corto plazo: el envejecimiento que provoca el estrés. El Doctor y Fisiólogo Hans Seyle definió el estrés como "el factor que acelera el ritmo de envejecimiento a través del desgaste de la vida diaria” y es que los episodios constantes de estrés producen alteraciones bioquímicas que involucran zonas como el hipotálamo (la zona del cerebro que se encarga de controlar las emociones y parte de los mecanismos inconscientes y no voluntarios como la temperatura corporal, la frecuencia cardíaca  la respiración, el equilibrio de líquidos y la presión arterial).



Al estresarnos, se produce desde el hipotálamo toda una reacción en cadena que implica también a otros órganos: la glándula pituitaria que segrega adrenocorticotropina y las glándulas suprarrenales que segregan cortisol. Existe un interesante estudio de la Facultad de Psicología de la Universidad de Valencia que resulta interesante para comprender este proceso y que explica entre otras cosas la diferencias en la percepción y bioquímica del estrés entre hombres y mujeres debido a la afectación de distintos ejes hormonales en cada género. "De esta forma, la producción de testosterona en hombres se produce principalmente por el eje HHG, mientras que las mujeres por el HHA, lo que podría explicar las diferencias."

El cortisol es un corticosteroide que es necesario en cantidades normales para el organismo, pero que puede causar también efectos no deseados cuando es segregado en exceso, como la  hiperglucemia, lo que produce sensación de fatiga y agotamiento por una “mala gestión” de los hidratos de carbono, aumento del catabolismo (destrucción) de los prótidos (unidades básicas que componen las proteínas) y la disminución de su síntesis, lo que a la larga causa envejecimiento prematuro pues limita la regeneración de las estructuras musculares y aumento de las reservas de grasa, en definitiva: se convierte en un enemigo que impide que nuestro cuerpo se regenere.

Cada vez son más los médicos que afirman que el estrés es un gran amigo del sobrepeso, aunque sobre esto existe un vivo debate sobre el tema del aumento de grasa, ya que teóricamente, el cortisol fomenta la movilización de ácidos grasos desde el tejido adiposo. Esta movilización se realiza por un mecanismo directo y otro indirecto, ya que al disminuir la captación de glucosa en los tejidos, el organismo se ve obligado a utilizar vías alternativas para la obtención de energía, utilizando ácidos grasos; esto ocurriría de manera fisiológica en casos de inanición, sin embargo son -en situaciones de alimentación normal o excesiva- ,muy conocidos sus efectos en la acumulación de grasa abdominal y en generar una resistencia progresiva a la insulina que acaba desarrollando diabetes de tipo II, hipertensión,  enfermedades cardiovasculares y otros riesgos para la salud relacionados con la obesidad.


El cortisol produce también una inhibición de las reacciones inflamatorias producidas por los factores de estrés y una atrofia del timo y de los ganglios linfáticos, que produce una disminución de las defensas inmunitarias con lo cual podríamos decir que a mayor cantidad de estrés, más envejecemos y más débiles estamos. Algo sobre lo que existe un consenso generalizado en términos médicos es que el aumento de grasa en la zona superior del tronco, parece relacionarse con niveles elevados de cortisol.

Lo peor de todos estos efectos es que al mismo tiempo que ocurren, el hipotálamo segrega también endorfinas-beta -los analgésicos naturales del organismo- para permitirnos resistir la tensión, el dolor y el malestar físico con lo cual seremos cada vez más capaces de vivir en situación de estrés crónico ya que existirá un nivel en que sus efectos no serán más perceptibles de forma consciente pero bajo los cuales nuestro corazón y otros órganos irán sucumbiendo. Casi al final de este libro, el lector comprobará que yo mismo he sido de alguna forma víctima de mis propias endorfinas-beta, invitando al estrés a entrar en mi vida.



Se calcula que en España entre el 15 y el 20% de la población consume algún tipo de fármaco ansiolítico, situándose a la cabeza de la Unión Europea y de los Estados Unidos. Este consumo que se ha disparado un 40% en los últimos cinco años ha provocado que en algunas regiones de España ya estén comenzando a funcionar los primeros talleres de relajación con el objeto de ofrecer procedimientos no farmacológicos, como tratamientos alternativos o complementarios ante problemas de ansiedad y de estrés. De hecho, la industria del Fitness y el Wellness está variando su oferta de actividades y cada vez son más frecuentes los centros en los que se imparten clases de Reiki, Tai-Chi, Yoga, control postural… Los nuevos conceptos de balnearios urbanos y spas también obedecen a esta necesidad creciente de relajación y “desconexión”. Por enésima vez, para controlar algo, en este caso el estrés, debemos identificarlo como un problema y seguidamente intentar buscar la vía de solución.

El ejercicio físico controlado es “mano de santo” en la lucha contra el estrés, la depresión y la ansiedad, si bien, en ocasiones, ponerse en manos de un especialista es necesario para conseguir establecer los parámetros y metas adecuadas: tomarnos más tiempo para comer y definir que alimentos son los más adecuados, aprender a respirar, ejercitarse en técnicas de relajación que nos permitan controlar de forma objetiva nuestro tiempo y actividades diarias… 

Por otra parte, aprender a relajarse exige tomar conciencia precisamente de todo lo que estamos olvidando, cosas tan sencillas como sentarse en un sillón a escuchar nuestra respiración e intentar relajar cada músculo de nuestro cuerpo primero desde el cuello y poco a poco ir bajando hasta los pies. Puede parecer una tontería, algunos incluso dirían que una pérdida de tiempo, pero estos simples ejercicios que pueden ocupar tan sólo cinco minutos dos o tres veces al día, se emplean actualmente para revertir los efectos que la liberación masiva de hormonas producen en nuestro organismo, y es algo muy importante, puesto que nuestro estado emocional, nuestro humor, la relación con las personas que nos rodean, la salud de nuestro organismo y nuestra propia vida dependen de ello.

Algunas personas sufren problemas de autoestima y depresión por haber estado sometidas a largos periodos de estrés. Al final hay una sensación creciente de no tener el control primero sobre nuestro cuerpo y segundo sobre nuestra vida. Es un síntoma peligroso puesto que generalmente se intenta ocultar con soluciones a corto que nos permitan disfrutar de valvulas de escape, como por ejemplo el tabaco o comer de forma compulsiva.




Analfabetos de la salud


El concepto de estrés es además de sobras conocido, pero aún y así, los medios para combatirlo siguen siendo poco utilizados. Estamos muy acostumbrados a tomar medicamentos para cualquier síntoma físico como un dolor de cabeza o un dolor articular por ejemplo, incluso en los primeros estadios del dolor. Sin embargo el estrés es una patología psíquica que revierte es patologías físicas, lo que ocurre es que sus efectos son tal paulatinos, tenues y camuflados, que difícilmente será identificado como un verdadero enemigo, por lo que cuando realmente se convierte en un problema de salud, varias patologías oportunistas ya se han manifestado y han hecho su trabajo.

El estrés es realmente un problema grave, y al igual que muchas de las más nocivas actitudes para nuestra salud han ido instaurándose de forma gradual en nuestra vida sin ser identificadas como “enemigos”, la sociedad actual está creando lo que Steven Poulsen profesor del IESE y Director del Centro Internacional del Trabajo y la Familia, denomina como “soldados de la guerra capitalista”. La sociedad del siglo XXI es una sociedad en donde las decisiones se generan en entornos absolutamente informatizados, decidimos y nos comunicamos mediante correos electrónicos o dispositivos móviles que permiten una comunicación inmediata, (que no una acción inmediata) los índices de producción empresarial son cada vez más elevados gracias a la mecanización de los procesos, intentamos controlar una agenda electrónica a velocidad humana mediante decisiones tomadas mucho antes de forma electrónica y a la velocidad de la luz…



En ocasiones, lo que les ocurre a muchos directivos de empresa es sencillamente que su labor directiva ha ido pasando a un trabajo de mero “apaguafuegos”, es decir, se responsabilizan de la coordinación de los procesos pero la verdadera gestión es llevada por los mandos intermedios. La base de la gestión correcta estaría en el equilibrio entre acción y reflexión y hay otro punto importante: aprender a priorizar y establecer la meditación y el ejercicio físico como una prioridad absoluta si queremos tener una mente tan en forma como el mejor de los cuerpos. Es importante destacar también que el estrés es uno de los factores depresores del sistema inmunológico más potente por lo que no es extraño que la salud global dependa en gran medida de lo que sabemos en términos de salud precisamente y en como aplicamos o no aplicamos ese conocimiento.


Actualmente nuestro conocimiento en áreas no vitales ni prioritarias en la vida, es absolutamente enorme, por eso no es raro observar como los niños se manejan en las nuevas tecnologías como pez en el agua: pon una vídeo consola en manos de un niño y verás como de forma intuitiva sus manos se fusionan con los mandos sin necesidad de utilizar ningún libro de instrucciones. Lo paradójico es que el conocimiento sobre esa tecnología, es monumental en comparación con conocimientos básicos sobre ejercicio físico, relajación, control postural o nutrición, por tanto es lógico pensar que poco a poco seamos cada vez más incapaces de gestionar sin medios electrónicos y verdaderamente las gestión de esos cuatro aspectos fundamentales para la salud: ejercicio físico, relajación, control postural y nutrición son temas que podemos aprender sin necesidad de ningún soporte tecnológico o más allá apoyarnos en ellos para aprender a vivir.

Mi consejo?: toma las riendas de tu vida, haz deporte, come de forma consecuente con lo que deseas conseguir y piensa ante todo, que cuanto mas aprendas a cuidarte, mas sabrás cuidar de los demás.



Luis Perea

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