jueves, 10 de julio de 2014

LAS ONCE REGLAS PARA "ESTAR BIEN" (Regla número 3)

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Regla nº 3: Tener un cierto control sobre el estrés y aprender a relajarse



Puede parecer algo no muy importante, pero por lo general tras una persona estresada hay una persona que no prioriza o prioriza muy mal o bien una persona que se ha auto-entrenado en aguantar cada vez más presión. 


Esto quiere decir que las cosas verdaderamente imprescindibles como la salud, quedan relegadas a un segundo plano y las cosas -simplemente- importantes como el trabajo acaparan cerca del cien por cien de nuestro tiempo de trabajo y gran parte de nuestro tiempo libre. 

Yo conozco a grandes empresarios y directivos que trabajan muchas horas al día. Al final te das cuenta de que casi todos tienen un nexo común: quieren controlarlo todo y lo que es peor: creen poder hacerlo. Con el tiempo se vuelven enormemente eficientes en mantener un control casi total sobre sus empleados, sobre aspectos directamente relacionados con los procesos internos de su empresa o incluso sobre la gestión de su propia familia, pero todo ello les produce una presión cada vez más fuerte ya que delegan únicamente en aquello en lo que ellos ya no pueden controlar de forma directa. El resultado es que como han copado la totalidad de su tiempo y capacidad de gestión; las mal llamadas (y mal ordenadas) “segundas prioridades” como la pareja, la salud, la relación con sus hijos pasan directamente a un segundo plano porque sobre eso no hay posibilidad de delegar.

La tensión constante que provoca el progreso, la ambición de mejorar a cualquier precio, la ansiedad, la falta de seguridad, son aspectos que inciden directamente en el estrés que soportamos diariamente. 

La mayoría de los especialistas coinciden en que dadas las circunstancias sociales actuales, intentar combatir el estrés es una entelequia. Es mucho más eficaz aprender a controlarlo, y para ello son imprescindibles dos cosas: primero permitirle solo un cierto nivel máximo y segundo establecer un horario de comienzo y finalización. Existen además muchas patologías respiratorias, dérmicas e incluso sexuales relacionadas directamente con el estrés. Curiosamente a medida que nos volvemos más resistentes aguantando situaciones y periodos de máximo estrés, estas afecciones aumentan. Este sería el llamado “dístres” o estrés dañino, en el otro extremo encontramos el eústres o estrés benigno que es el que nos aporta la motivación necesaria para vivir y afrontar el día a día.




¿Qué hace que una persona se estrese y otra no? La respuesta no es sencilla, Estaríamos hablando además de dos factores importantes: la duración y la intensidad del estrés. 

De cualquier forma, las situaciones que hacen que nos estresemos se duplican en la mayoría de la sociedad: problemas económicos, inestabilidad laboral, relaciones afectivas poco sólidas, inseguridad personal, dolor físico e incluso depresión serían sólo algunos de los factores que más se repiten, sin embargo es un hecho claro que las personas toleran estos factores de formas distintas y esto obedece en gran manera a nuestra propia percepción de la vida: las personas optimistas incluso construyen sus frases de forma gramaticalmente distinta, afrontan los pequeños escollos cotidianos de forma constructiva y casi siempre trabajan con una planificación de futuro preconcebida, es decir: “ven más allá”. Por el contrario las personas más negativas somatizan las agresiones diarias de forma improductiva y “sufren” la vida como una lucha constante. Evidentemente que existen términos intermedios, decenas de tipologías de personas a medio camino entre el optimismo y la negatividad, personas acomodadas y otras de estratos sociales más débiles. El estrés puede atacar a todos ellos, pero no todos ellos lo manifiestan de igual manera.




Un apunte interesante: el ser humano, es el único animal que se estresa “por lo que puede ocurrir”: se estresa si prevé que ese mes su economía no le permitirá alcanzar un cierto nivel. Se estresa si no puede conseguir en un plazo medible un cierto estatus social que lo vincule al grupo, se estresa si no es capaz de pronosticar cambios económicos o laborales en un plazo x… La diferencia con el resto de animales es clara: las cebras solamente se estresan de manera aguda cuando ven o huelen al león, tras la huida, vuelven a su estado de relajación: están preparadas para salvaguardar la vida y la existencia sin necesidad de pensar constantemente que pueden convertirse en el almuerzo de un león. El hombre en cambio vive tan estresado que no vive feliz, y lo que es peor: se entrena diariamente para aprender a vivir mal, es decir, para aprender a soportar el estrés.

La solución tampoco es sencilla y exigirá en muchos casos la actuación de un profesional. Básicamente diríamos que el “truco” radica en priorizar. O sea, en ponerle nombre, apellidos y número de orden a las cosas más importantes de nuestras vidas. A partir de ahí, quedaría muy bien que explicase algunos “trucos infalibles” para combatir el estrés, pero generalmente los cambios necesarios son tan profundos que no basta con apuntarse a un gimnasio y entrenar tres o cuatro horas a la semana , ni siquiera suelen ser de utilidad las horas de lectura o la afición a la pintura o las maquetas… el estrés es una patología que crea adicción y eso tiene una base mucho más profunda que involucra procesos mentales e incluso hormonales. De hecho, la propia educación y el entorno del paciente son potentes condicionantes que pueden sumergir al más concienciado paciente en un pozo sin fondo. La ayuda de un médico, un pisicólogo y un especialista en actividad física, son las columnas que siempre aconsejo para una buena terapia anti-estrés.





La lista negra: el 4, 5, 6, 7 y 8

Es curioso además que cuando se hacen cursos o charlas sobre gestión del tiempo u optimización de recursos, casi siempre se habla de gestionar el tiempo de trabajo o de los recursos de la empresa; casi nunca se habla de gestionar tu tiempo libre u optimizar tus recursos físicos y de salud. Por lo general, estas personas se quejan de no disfrutar suficientemente de la vida, equilibran muy mal la balanza entre la vida laboral y la vida privada y son muy poco eficientes en diferenciar lo urgente de lo importante. A veces, cuando ya existe un vínculo de confianza profesional, a estos clientes les pido que me hagan una lista de todas sus “tareas pendientes” en las que deben incluir temas laborales con temas personales. Generalmente estas personas tan ordenadas mezclan temas de ambos bandos. Luego les pido que enumeren del número 1 para lo más importante, hasta el número 10 para lo menos importante. Siempre suelen colocar en los números 1, 2 y 3 aspectos relacionados con la vida famliar, del 4 al 8 con el trabajo y aspectos como su salud o hacer ejercicio quedan en último lugar lo que denota que son muy responsables en lo que les rodea y poco responsables en ellos mismos.


Muchas veces lo que ocurre es que estas personas; las que siempre van estresadas, que dicen no tener tiempo para disfrutar de la vida, hacer ejercicio, hablar con sus hijos y los ves todo el día corriendo de un lado para otro, son verdaderos soldados de combare del día a día y esto les convierte en adictos a lo urgente ya que se acostumbran a vivir en constante estado de crisis (lo que erróneamente se confunde con trabajar mucho y algunas veces con tener éxito) y lo peor es que este estado les motiva y les adicciona -si cabe todavía más- a permanentes descargas de adrenalina que no les dejan ver que el 1, 2, 3, 9 y 10 deberían tener la prioridad absoluta. Lo que simplemente sería algo importante, ellos lo convierten en urgente, lo que verdaderamente es urgente, ellos lo convierten en algo que se puede posponer… ese es el gran problema de las personas controladoras, que ordenan mal.

En nuestra sociedad, además, estar desocupado es algo que no tiene nada que ver con estar ocioso. Estar desocupado es estar en paro, no tener futuro y eso es algo que no nos podemos permitir ya que somos -mal que nos pese- padres proveedores de alimentos, generadores de dinero para pagar comodidades, valores y necesidades que en realidad, a veces, no necesitamos. Por ello muchos intentan estar en el extremo más opuesto posible, porque eso da seguridad, refuerza la autoestima y es gratificante, aunque cuando llegues a casa tus hijos ya se hayan acostado. Evidentemente que he puesto como ejemplo dos escenarios correspondientes a extremos totalmente opuestos, pero ambos son reales y muchas de las personas que actualmente padecen problemas de estrés, ansiedad, sobrepeso e incluso que acaban desarrollando un problema cardíaco, están en un extremo muy real.







El éxito y el fracaso

Creo que el verdadero éxito no es tenerlo todo bajo control. De hecho las personas que lo intentan suelen conseguir mucho éxito en unos campos y unos fracasos estrepitosos en otros. Cuando además esto no va acompañado de ganancias económicas ni de un éxito que sea perceptible por los demás (factor de reconocimiento social) el estrés y el ánsia por ganar, rendir y sentirse útil puede desembocar el un cuadro de depresión importante. Esto no quiere decir que el trabajo sea secundario y que debamos pasarnos la vida priorizando en cuestiones familiares, haciendo deporte o andar todo el día en chanclas y tocando la guitarra, simplemente debemos buscar un equilibrio entre nuestras metas de trabajo, objetivos personales (físicos, morales y espirituales) y aspectos familiares configurando nuestro éxito de forma autónoma e independiente, no el éxito que la sociedad nos impone. 


Todos estos aspectos son cruciales cuando hablamos de hábitos de vida saludables y en ningún caso quiero dar a entender que el estrés sea siempre negativo. 

Existe un tipo de “estrés positivo” sin el cual no sería posible planificar nuevos objetivos ni progresar en muchos ámbitos de la vida, además el estrés positivo nos mantiene alerta desencadenando procesos químicos sin los que la humanidad se habría extinguido hace miles de años, estimula la creatividad y motiva hacia la autorealización. 


El estrés positivo es necesario en la vida personal (al enamorarnos nos estresamos) y en la vida laboral, ya que hace que estemos orientados hacia la consecución de resultados, tengamos iniciativa, resolvamos conflictos y tomemos decisiones a tiempo. 


En este punto es necesario señalar que también depende mucho de la persona, sus niveles de motivación y su ansia de superación personal: hay personas que cuando trabajan más de ocho horas comienzan a estresarse y a tener un sentimiento llamado “síndrome de huida” a partir del cual desarrollan sensaciones incluso físicas de ansiedad, nervios… si a estas mismas personas les subiéramos el sueldo a cambio de trabajar nueve horas en vez de ocho, estos síntomas desaparecerían muy seguramente. 


Por tanto la percepción del estrés es también una percepción personal que está motivada por un factor personal, cultural y social. De igual forma es fácil observar como algunas personas son capaces de trabajar doce o catorce horas cada día… sobre todo si ello conlleva un estatus social y económico elevado.




Luis Perea

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