lunes, 21 de julio de 2014

LAS ONCE REGLAS PARA "ESTAR BIEN" (Regla número 4)

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Regla nº 4: No fumar


¿Qué no habré dicho ya respecto a esta nefasta costumbre para nuestra salud? Recuerdo que durante el año 2001, la crisis de las “vacas locas” o EEB (Encefalopatía Bovina Espongiforme), supuso un problema para la industria cárnica que sumió a algunos pequeños y medianos empresarios al borde de la bancarrota. En España sólo se produjo una muerte por el “mal de las vacas locas”: una mujer que falleció en julio de 2005 en Alcorcón (Madrid). (Según datos de El País).

Hasta el día de hoy hay una relación de un caso humano por algo más de 4.000 animales consumidos. Con la llamada “gripe aviar” pasa tres cuartos de lo mismo: unas 125 infecciones (datos de la OMS) en un continente con una población de aproximadamente 4.000 millones de personas. Eso supone un índice de contagio de 0,03 personas por millón, con lo que en todo el resto del mundo, redondeando un poco al alza la población mundial a 6.500 millones, habría que esperar unos 75 casos más. El Ministerio de Sanidad tuvo que responder a muchas preguntas, se anularon viajes de vacaciones a países afectados y la alarma internacional hizo que el sector avícola que da trabajo a unas 10.000 familias en España cuantificaran sus pérdidas en millones de euros. 




El resumen de esto es que aún y contando con ínfimas probabilidades de resultar afectado, el español dejó de comprar carne y pollo, algo que resulta tremendamente curioso si observamos estos datos y los comparamos con las cifras que obtenemos cada año por muertes producidas por el tabaco. Si de pronto -y es solo una ficción- el Ministerio de Sanidad dijera que beber más de veinte mililitros de la conocida bebida de cola incrementa en un 60% las posibilidades de padecer una disfunción eréctil, la multinacional cerraría sus puertas en poco tiempo. Sin embargo, lo cierto es que veinte cigarrillos diarios son suficientes para incrementar un 60% este problema. Lo que ocurre es que el fumador no se da cuenta de la envergadura de su irresponsabilidad hasta que esta no toma la forma de un verdadero problema. Que curioso animal es el hombre.


Al margen de cifras, ejemplos y curiosidades, el fumador adulto es ante todo eso: un adulto, y como tal, ante la responsabilidad de su propia salud, debe principalmente responder ante si mismo. Intentar pues explicarle de forma gratuita a alguien que no viene solicitando ayuda, que esto es malo y que entraña un riesgo para su vida es una estéril tarea. Las respuestas en estos casos siempre serán las mismas: cada uno hace lo que quiere con su vida, hay tantas cosas que matan… otro tema sería debatir lo difícil que es para un no fumador vivir en un mundo de fumadores. 

Todos los no fumadores sabemos lo difícil que es salir de tu propia ciudad y encontrar un restaurante en donde no debas comer con tu plato lleno de la nicotina, la comida con olor a cenicero y el humo del vecino… o lo repugnante que es llegar a casa tras una reunión en la que se fuma con la ropa y la piel apestando a tabaco.

Claro que podemos leer todo esto y razonar mil argumentos para intentar rebatir lo irrebatible: “también puedo andar por la calle y un coche puede atropellarme”, “la contaminación mata más que el tabaco”, o el siempre socorrido y demencial: “de algo hay que morirse”. Lo cierto es que uno no puede enfrentarse a un suceso accidental y fortuito (más que con la prevención y la educación), y está claro que todos moriremos algún día. Pero eso no es razón para dejar de responsabilizarnos de nuestra propia salud y de la que nos rodean. 

El simple hecho de vivir en un entorno social que te somete diariamente a cientos de peligros no justifica que nuestra salud no merezca la posibilidad de ser cuidada como algo valioso. Si hace tres mil años un Nehandertal se hubiese puesto a descansar a veinte metros de un León hambriento y tras recriminarle por ello hubiese contestado: “de algo hay que morirse” hoy la humanidad no existiría. Es precisamente ese instinto de supervivencia lo que debemos recuperar, ya que esto es precisamente lo que muchas personas dicen diariamente. Una posición muy poco inteligente.




En Estados Unidos, unos cincuenta mil fumadores pasivos mueren cada año como consecuencia de enfermedades producidas o agravadas por consumo de tabaco. Una de cada diez muertes de personas adultas es atribuible al de tabaco, proporción que en el año 2030 será de una por cada seis. Se estima además que el 70% de las muertes por cáncer de pulmón, enfermedad pulmonar obstructiva crónica y algunas patologías cardiovasculares son atribuibles directamente al cigarrillo, lo que supone una cifra escalofriante: 3.500.000 de muertes cada año en el mundo, o sea, un sorteo diario de 10.000 muertes. “Yo conozco a Fulanito que murió de cáncer de pulmón y jamás había fumado…” claro… y yo conozco a Menganito que nunca hizo ejercicio y murió a los 93 años. Pero la evidencia es que de cada 100 casos de cáncer de pulmón, de 83 a 97 están producidos por el consumo de tabaco, y no se trata siempre de un consumo abusivo, se trata a veces de fumadores de diez o doce cigarrillos diarios.

De todas formas, la muerte no suele ser un argumento suficientemente fuerte como para que el fumador tome la decisión inmediata de buscar ayuda médica para dejar de serlo. Casi siempre, ver la televisión, salir con los amigos, trabajar o regar las plantas son prioridades más importantes. Ya no hace falta hablar de un estado general de salud débil, de problemas de cicatrización en cualquier intervención quirúrgica e incluso heridas superficiales… o sobre la frecuencia de aparición de enfermedades cardíacas, trastornos respiratorios y otros trastornos fácilmente visibles como el color amarillento de los dientes, dedos y fosas nasales; aliento desagradable; olor corporal a nicotina; deshidratación de la piel y aparición de arrugas prematuras; celulitis por falta de capilarización de la piel; aspecto envejecido; rechazo social por los no fumadores debido a la contaminación ambiental que produce el humo…



Realmente, vivir más, vivir mejor y tener un comportamiento consecuente con nuestra salud y la de nuestros hijos, pasa por tomar la decisión de abandonar definitivamente la costumbre de auto-dañarse y dejar el tabaco. Todo es una cuestión de opciones. 

Tenemos la opción de estar bien y jugar a un sorteo en el que ganar es muy posible, o jugar a la ruleta del cáncer en donde perder es muy, muy probable.

Otro debate sería hablar del porque el gobierno permite vender (y obtener beneficios) de algo que está más que demostrado que mata. Y otro muy interesante sería averiguar porque es tan sencillo en términos burocráticos y presupuestarios el poner un radar que vale miles de euros, y tan difícil eliminar un punto negro en carretera… por de pronto, desde mi posición, no tengo respuestas a estos temas y creo que son opciones que -al contrario de la opción de mejorar nuestra salud- no están de momento en nuestras manos el poder solucionarlas. 

Lo que si tengo claro es que no son argumentos que justifiquen la omisión de responsabilidad de mi propia salud, como no lo es la contaminación, los conservantes en la alimentación, los pesticidas etc. Muy al contrario, ante todas estas evidencias también tengo opciones de cierta independencia al respecto: puedo seleccionar lo que como y puedo posicionarme ante mi propia responsabilidad como contaminador (hablamos mucho de la contaminación de “los otros” como si “los otros” no fuéramos nosotros mismos).


Luis Perea

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