jueves, 15 de mayo de 2014

GANARLE LA BATALLA AL TIEMPO I

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Cada vez está más de moda el concepto anti-aging o anti-envejecimiento. Algo que resulta paradójico cuando observamos lo poco que nos cuidamos. De todas formas, y por suerte, existe un grupo creciente de personas que valoran su salud y su rendimiento físico e intelectual, como un valor sobre el que pueden ejercer una influencia positiva o negativa en dependencia de que actitudes tomen ante la vida o de que decisiones decidan adoptar.


En cualquier caso, estas personas, podemos encontrarlas en cualquier estrato social y cultural, aunque es cierto que el llamado “concepto anti-aging” va dirigido sobre todo a capas sociales más favorecidas en forma de programas completos en donde podemos encontrar sesiones en las que nos enseñan a relajarnos, test físicos variados mediante los cuales tener una idea muy aproximada del nivel de nuestras funciones vitales y orgánicas, suplementos enzimáticos, nutritivos y anti-oxidantes e incluso líneas cosméticas y de ropa en torno al programa… y es que realmente, en esta sociedad que está sobrecomunicada, existe un mecanismo importante que mueve muchas de nuestras decisiones inmediatas: el marketing. Y en este caso, se trata seguramente de una influencia positiva ya que al margen del precio de estos programas -que no suele ser poco-, lo que se está poniendo al alcance del cliente es un detonante, un punto de partida hacia una vida más consecuente con sus propias actitudes y más orientada hacia la prevención, el ejercicio físico y la salud.





El concepto anti-aging, muy desarrollado en el entorno médico americano, es en cambio un gran desconocido en nuestro país, y eso ocurre según mi criterio porque los impulsores de este concepto o bien no creían realmente en el o bien no lo supieron traducir al colectivo médico. Vaya por delante que a mi me gusta muchísimo más el concepto de "longevidad activa", algo que se aproxima de forma mas realista hacia la consecución de un estado de envejecimiento saludable y con el máximo estado de salud y capacidades físicas e intelectuales.

Estos mismos médicos han dejado de confiar en “paquetes cerrados de salud”  y han pasado el testigo a otros profesionales que continúan por la labor de la lucha contra el envejecimiento: cirujanos plásticos, centros médico-estéticos y clínicas anti-aging. No obstante, mi opinión es que deberíamos dejar radicalmente de hablar de anti-envejecer, o de luchar contra el tiempo o contra el paso de los años, puesto que las hojas del calendario, caerán irremediablemente a un ritmo constante al que diez mil euros arriba o diez mil euros abajo no afectarán absolutamente. La lucha, la verdadera lucha de médicos y profesionales de la salud en toda su amplitud de variantes, es en primer lugar predicar con el ejemplo (para lo cual hay que creer en la salud), y en segundo lugar empezar a hablar de no dañar más que de solucionar. La prevención, de la que tanto he hablado hasta el momento, es el verdadero sistema no para no envejecer, sino para envejecer mejor.



Más allá de las modas, la medicina anti-aging o anti-envejecimiento, busca controlar y retrasar los efectos del paso del tiempo sobre nuestro organismo y sobre nuestra mente. Y se trata realmente de algo mucho más profundo que tener una piel más tersa o un mejor aspecto físico ya que sobretodo la medicina anti-aging es una fórmula que nos enseña a tener actitudes preventivas y a “desaprender” hábitos erróneos. 

Seguramente es en el concepto anti-envejecimiento, donde observamos más claramente aquello de “haber vivido a crédito”, es decir, ir consumiendo poco a poco el crédito de salud que nos otorga la juventud, y que en base a si hemos sabido conservarlo -mediante hábitos correctos como alimentarse de forma equilibrada o hacer ejercicio- e incluso en base a potenciarlo, -instruyéndonos en los fundamentos de conservación de la salud- gozaremos de una vejez plena bien entrados los setenta u ochenta años o de una vejez limitante incluso antes de llegar a los sesenta. 

Hoy día es tan importante aprender cosas nuevas como desaprender cosas inútiles, y precisamente este punto al que yo llamo “DCI” (desaprender-cosas-inútiles) es uno de los puntos más importantes de mis programas de salud porque creo firmemente que muchos de los hábitos más dañinos para nuestra salud, son hábitos que aprendimos de nuestros padres, que aprendimos durante la niñez o durante la juventud o que hemos aprendido a lo largo de la vida, y muchas de las cosas que aprendemos, como llegar a casa y poner la televisión para que “haga compañía”, abrir la nevera y picar algo para vencer la ansiedad, tomarnos una pastilla para dormirnos o un café para despertarnos o asumir que la salud es algo que se va perdiendo con la edad, son cosas que hemos asumido como normales porque han formado parte de nuestro sistema de aprendizaje de la vida. Pero esto no es así. Lo sano y lo “normal” es preocuparnos por nuestra propia conservación.






Un buen amigo mío llamó a esto “esa irremediable manía de resistir y perdurar que tienes…” y es cierto, creo que perdurar es importante, pero sólo si a ello le sumamos otra palabra: disfrutar. Para los que actualmente somos jóvenes, puede parecer una preocupación ilógica, pero en definitiva, los fundamentos de la conservación y potenciación de la salud deben adaptarse a cada etapa de la vida, y lo que está claro es que según como te hayas cuidado durante tu juventud, gozarás de tu edad madura o padecerás una vejez limitante. En el siglo XIX, el médico catalán de origen vasco Dr. Letamendi, escribía para definir la fórmula de la salud:



"Vida honesta y arreglada, usar de pocos remedios y poner todos los medios en no apurarse por nada. La comida moderada; ejercicio y diversión; salir al campo algún rato; poco encierro, mucho trato y continua ocupación".


Es incluso divertido observar como ya en el siglo XIX, se hacía referencia a “no apurarse por nada” en relación a los efectos negativos que el estrés tiene sobre nuestro organismo,  lo comentaba ya aquí; usar pocos medicamentos (lo que por ende significa cuidarse de no enfermar y por tanto no propiciar aquello que pueda dañarnos o enfermarnos), no comer en exceso, divertirse, socializar y hacer ejercicio. De hecho, la primera regla del anti-envejecimiento es plantarle cara y no promoverlo, y es algo que debemos comenzar a hacer desde nuestra juventud con el fin de mantener el crédito lo más intacto posible. A veces, es cierto que una enfermedad hereditaria, o incluso un condicionante genético, puede vaciar nuestra “cuenta de salud” a pasos agigantados… pero si estamos preparados y entrenados para las contingencias, estaremos más o menos dispuestos para la lucha.



La estrategía de conservación de la salud, cobra doble importancia ya entrados los cincuenta años o triple cuando entramos en los sesenta. A partir de ese momento, las evidencias en las capacidades físicas son evidentes entre aquellas personas que se cuidan y las que no. Mi experiencia con varios clientes que ya han rebasado la línea de los setenta y tantos años es tan positiva que me anima a imitarles y a desear tener una vejez tan activa como la suya, de hecho, mucho más activa que muchas personas cuarenta años más jóvenes, tanto desde el punto de vista físico como intelectual. Algunos de estos clientes, a veces te piden “trucos para no envejecer”, suplementos nutricionales, remedios omeopáticos, pastillas milagrosas… pero no hay más truco que el de amar la vida y cuidar la salud como el bien más preciado.




Luis Perea


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