sábado, 17 de mayo de 2014

GANARLE LA BATALLA AL TIEMPO II

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Puedes encontrar la 1ª parte de este post aquí.

Henry d’Estienne, deciá: “¡Si la juventud supiese....! ¡Si la vejez pudiese...!”, y me parece una frase estupenda para hablar de envejecimiento porque en realidad envejecer es una transformación importante que implica cambios en nuestra manera de comer, en nuestra forma de descansar, en el modo en que nos divertimos e incluso en nuestra manera de amar, pero estos cambios no tienen porque ser negativos, sencillamente se trata de un proceso de readaptación que incluye varios aspectos de nuestra vida, pero con conocimiento, ilusión y un poco de voluntad, seguro que podemos transformar en una experiencia enriquecedora. 


Lo que ocurre es que en estos momentos la juventud sabe, o por lo menos tiene a su disposición muchísima más información que años atrás. En estos momentos, hablar de suplementos nutricionales puede potenciarse  de forma tremenda con estrategias de marketing, pero los estudios científicos dejan en relevancia aquello que es verdaderamente útil o que es simplemente una creencia carente de fundamentos. Incluso cuando entramos en aspectos médico-científicos, ahora sabemos de forma muy fidedigna que algunas hormonas tienen efectos sobre nuestro sistema de envejecimiento cientos de veces más potentes que el mejor remedio anti-edad, en esta línea, es preciso apuntar, que si el cincuenta por ciento de los fumadores actuales dejaran de fumar, eso, tendría estadísticamente, miles de veces más efecto en la prevención de ciertas patologías que suministrar anti-oxidantes al cien por cien de la población durante cuarenta años.



Sin embargo, estamos hablando de una edad subjetiva ya que actualmente, las personas parecen estar más preocupadas en la edad que aparentan que en la edad que sienten. De hecho, la industria cosmética genera pingües beneficios con la venta de cremas y sustancias que tratan la piel y “la cobertura externa”, y en ocasiones, un proceso artrósico por ejemplo puede perfectamente estar condicionado por una edad avanzada y la prevención, bien podría haber jugado un papel más que importante en el retraso e incluso supresión de esa patología. 

Todos estos productos, suplementos hierbas etc. con supuestas características anti-edad juegan sin embargo un papel importante como detonante y como efecto placebo, ya que casi siempre, los que los consumen, son personas que se han documentado previamente sobre sus supuestos efectos y por ende tienen un interés sobre su salud y la prolongación de sus condiciones psico-físicas (también es más fácil vender al que busca que al que no busca). De cualquier forma, es difícil pensar que una de estas personas tome solamente un camino o una opción individual de salud, generalmente lo que ocurre es que intentan hacer frente a su inquietud desde diferentes frentes: ejercicio físico, dieta variada, no fumar etc. por lo que realizar estudios y valoraciones serias sobre su eficacia es muy difícil. También es importante que algunas personas tengan presente (sobre todo los que aman la vida) que el concepto anti-aging o sencillamente “el arte de cuidarse” no debería comenzar cuando las señales de la edad empiezan a manifestarse, ya que la realidad es que empezamos a envejecer desde el primer momento en que dejamos de crecer.

Un verdadero programa anti-aging debería comenzar precisamente cuando uno es joven con el propósito de preservar las cualidades de la juventud cuanto más tiempo mejor, y no me refiero a una piel tersa y brillante, ni siquiera a una bonita silueta. Me refiero esencialmente a aquellas características de la juventud que de pronto nos enfrentan a la vejez cuando desaparecen: el equilibrio, la fuerza física y fundamentalmente, la salud.





Al margen de consideraciones ecológicas e incluso morales, como especie hemos ido mejorando en términos evolutivos y esto ha ocurrido principalmente porque el principal detonante de la evolución es la competitividad entre especies. Esta competencia constante y descarnada, hace que, de forma paulatina, (lo cual en términos evolutivos pueden ser miles de años) unas especies simplemente se extingan y otras consigan reproducirse y por tanto adaptarse y perfeccionarse. Seguramente, algunos pensarán que este perfeccionamiento se interrumpió hace algunos cientos de años y posiblemente no vayan desencaminados a la luz de la devastación que ha sufrido el planeta en los últimos tiempos, de hecho, como especie, somos más inteligentes y tenemos muchísima más cantidad de información al alcance. Pero nuestra capacidad de razonamiento y capacidad de gestión precisamente de esa información, no ha aumentado de forma paralela. De otra forma es inexplicable que una especie “involucione” coartando su capacidad de progresión y matando su instinto de supervivencia.


Tal y como comentaba en algún artículo, hace tan sólo unos miles de años atrás, y me atrevería a decir que unos cientos… mantener la salud era solamente intentar no dañarse, cicatrizar las heridas cuanto antes mejor y evitar los peligros constantes del día a día, esto se aprendía y se enseñaba de padres a hijos mediante la utilización de las plantas y mediante un eficaz sistema de supervivencia: cuando el peligro aceche, intenta no estar ahí o escóndete. El papel de algunos de los padres actuales respecto a la educación de sus hijos en estos aspectos, dista mucho de parecerse al de antes. Hoy en día, la medicina anti-aging y más allá: las actitudes anti-aging, son la cara opuesta de esta sociedad que hemos creado y que es especialista en vivir en el hostil entorno de la contaminación, el cemento, la desforestación y el cambio climático. El individuo que toma una actitud anti-aging o mejor dicho: pro-aging, es aquel que aún y conviviendo con estos factores, es capaz de tomar decisiones a lo largo de su vida que mantengan y refuercen su salud con el propósito de vivir más, vivir mejor y si es posible, transmitir esta forma de vivir a las generaciones venideras.

Está claro que como individuos que viven en grupos, estamos expuestos de forma constante a peligros sobre los que no tenemos capacidad de reacción individual y que pueden matar a miles de personas, este es el caso de las guerras por ejemplo, que con la aparición de las nuevas armas y sistemas de destrucción masiva han pasado a ser uno de los puntos que más teme el ciudadano de a pié. La guerra, representa sin embargo una lucha por los recursos para autogarantizar la supervivencia del grupo, lo que desde el punto de vista histórico, ha ocurrido cientos de veces: más territorio igual a más recursos y por tanto mayores perspectivas de supervivencia. Por eso observar la evolución de la humanidad es algo curioso: por un lado nos preocupamos mucho en garantizar los recursos futuros y el territorio propio para vivir en el, un pensamiento grupal, por otro, olvidamos que cuando la unidad desaparece (el ser como ente individual) este es incapaz ya no de procrear sino incluso de educar a los hijos ya existentes. El individuo anti-aging, la persona preocupada por su salud, es desde mi punto de vista la personificación de “la razón”.

Hay un poema de Mario Benedetti titulado “Táctica y estrategia” verdaderamente bonito. Me gustaría acuñar su título para hacer una comparación con el envejecimiento, ya que creo que la táctica es afrontar que este vendrá sin más, deteriorando nuestras capacidades, eliminando sin permiso parte de nuestros recuerdos -generalmente los más próximos- disminuyendo nuestras capacidades físicas y también mentales… pero, cuando conozco a personas que han sabido envejecer con dignidad y que les veo disfrutar de la vida de una forma plena, siento que esa experiencia, esa cantidad de información es verdaderamente un grado puesto que permite perspectivas de visión de la vida imposibles para una persona joven. Y no es simplemente experiencia, se trata de conocimiento y visión. Por eso creo que la táctica es antecederse a los cambios y preparar el camino. Porque realmente es algo que va a ocurrir por mucho que intentemos retrasarlo y tal vez, prepararse sea una opción inteligente. La estrategia es precisamente esta: tomar las medidas necesarias para afrontar el cambio en el mejor estado posible, porque entre afrontar la vejez desde un estado mental y físico deteriorado ya a los cuarenta años a afrontarla a partir de los sesenta años e un buen estado de forma, media un gran trecho.





Alguno podrá opinar que prefiere “vivir la vida” y disfrutarla tal como viene, sin preocuparse por el futuro… un amigo me expresaba en cierta ocasión “yo no puedo vivir constantemente preocupado de que debo comer o de cuanto debo dormir o pendiente del ejercicio que hago o dejo de hacer, esto no es vivir…”, y realmente no le falta parte de razón, puesto que pasar de un estado de despreocupación total por la salud a un estado de vigilancia activa, entraña un cierto estrés causado por el drástico abandono de hábitos y costumbres con las que hemos aprendido a vivir. Por eso digo siempre que debe ser un cambio progresivo y nunca repentino y que evidentemente es mucho más sencillo si esa forma de vivir dando prioridad a la prevención, ha sido aprendida desde la niñez.

Lo que está claro es que la sociedad tiene mucho que decir al respecto, ya que en la actualidad, la sociedad occidental no protege de forma global la situación de vejez de su población. Si protege una situación médica de sostenibilidad relativa en países como España por ejemplo, pero en general, el “viejo” es una persona que no cuenta, a la que difícilmente se le integra en la comunidad y con una utilidad mermada. Esto es algo que no ocurre en algunas sociedades asiáticas como la japonesa. 





En Okinawa, por ejemplo, los ancianos son más que venerados, y la vejez es un estado de jerarquía social. Esto hace que sean considerados como elementos valiosos en la comunidad, con lo cual, participan de forma activa y continuada en la mayoría de eventos y esto les hace sentir más útiles y valiosos. Algo muy distinto a lo que ocurre de forma incipiente en la sociedad occidental en donde desembarazarse de los mayores es uno de los problemas a los que buscar solución urgente en determinados momentos de la vida. 

De hecho, esto se duplica en nuestras costumbres de consumo: nos sacamos de encima todo aquello que tiene más de tres o cuatro años, la televisión, el móvil, el ordenador… la sociedad de consumo nos está reeducando a que todo aquello que tiene más de cuatro años, es viejo. En todo el mundo, las sociedades que protegen e interactúan con sus mayores, crean ancianos activos y muchísimo más independientes. Dejar de interactuar con nuestros mayores, significa lo mismo que dejar de interactuar con nuestros músculos: sumirlos en un estado de degradación y desuso que solamente puede tener un resultado: perderlos paulatinamente hasta que desaparecen.

Yo, que tengo la oportunidad de conversar ampliamente con médicos, científicos, naturópatas, especialistas en medicina china, pacientes y clientes, tengo algunas opiniones con referencia a la medicina anti-envejecimiento. En primer lugar, creo firmemente que estamos todavía en el comienzo de una era basada en la investigación científica y en el inicio de lo que dentro de veinte o treinta años será la terapia genética la que seguramente nos abrirá nuevas expectativas, aunque veo difícil que en las próximas décadas avancemos lo suficiente como para que cualquiera de nosotros observe cambios notorios. La palabra “posible” aparece continuamente en la medicina anti-aging; existen demasiados argumentos con poca sostenibilidad científica, demasiadas líneas de investigación y demasiados intereses económicos alrededor del ansia de no envejecer. Pero creo también que existen grandes profesionales y científicos que están realizando un trabajo destacable en estos campos.


Mi posición profesional pasa por tanto, más por aunar el concepto anti-aging con la prevención, que a buscar remedios a lo inevitable. 

Lo que verdaderamente importa en este sentido, no creo que sea tanto -que debo hacer o tomar para no envejecer- sino -que debo dejar de hacer para no envejecer tan rápido o en tan malas condiciones-. Lo que muchas personas deberían asumir, es que el envejecimiento no es un enemigo que te ataca por la espalda un buen día entre los cincuenta y los sesenta años sino que se trata más bien de un nuevo actor en la obra de nuestra vida que irá ganando protagonismo poco a poco y que podemos llevarnos muy bien con el si después “entre bastidores” llevamos una buena relación de diálogo y comunicación.

El envejecimiento es un proceso -al margen del aspecto fisiológico que comentaré más adelante- que puede aparecer poco a poco y con el que podemos aprender a convivir e incluso -si nada se complica- llevar, como he dicho, una estupenda relación; o por el contrario puedes ir a buscarlo incluso al entrar en la cuarentena entrando en discusión con el. Y es una discusión en la que tienes todo a perder y muy poco a ganar. 





Por eso llevarse bien con el es importante. Hay una frase que se repite mucho en los libros que hablan sobre envejecimiento e incluso ejercicio físico: “Conozco viejos de cuarenta años y jóvenes de setenta” y esta es una realidad como un templo. Yo tengo amigos que bien entrados los sesenta tienen una actividad no sólo intelectual sino también física superior a otros veinte años más jóvenes y a los que la palabra “mayor” no les encaja para nada. De hecho, cuando les veo, cuando entreno, hablo o ceno con ellos, veo personas vitales, jóvenes, activas… veo padres de familia, cirujanos, abogados, empresarios o pintores en plenitud de facultades.

Posiblemente no me hace falta un examen biológico o celular para percatarme de que realmente mis células han entrado en lo que los médicos denominan el estado de “no división” o de senectud como le llaman los biogerontólogos, es decir, la fase en que nuestras células pierden parte de sus capacidades vitales… y dividirse es una de ellas. Lo que veo es que a muchos les gustaría tener la capacidad sexual de la que antes disfrutaban o jugar partidos de tenis de tres horas como hacían antes, y no pueden; pero veo también que salen a correr varias veces a la semana, mantienen un aspecto físico estupendo, se cuidan, trabajan con un rendimiento -a todos los niveles- verdaderamente envidiable, llevan una vida sexual satisfactoria, disfrutan de la vida sin excesivas privaciones y además se mantienen sanos y con una forma física de la que carecen muchos de los jóvenes de hoy son “actuales y operativos” en toda la amplitud de estas palabras. 




Eso es para mi, la base del anti-envejecimiento. Y lo sorprendente de todo esto es que detrás de este escenario de plenitud no hay grandes secretos. No hay ningún brebaje extraído de una planta del Himalaya, ni siquiera una pastilla con supuestos efectos rejuvenecedores o antiedad, hay sencillamente una persona que muchos años antes, valoró su salud como algo importante, hay una nutrición adecuada, ejercicio físico, buenas costumbres, una ausencia casi total de hábitos nocivos y una suerte de principios éticos y personales que hacen que estas personas valoren ciertas condiciones sociales y de vida, por encima de otras, lo que de alguna manera es un gran activo a heredar por parte de sus hijos.

La base, la verdadera esencia del antia-ging, es sortear las enfermedades. Por eso el factor prevención es tan importante junto con el factor educación y conocimiento, y la prevención, es ante todo una herramienta que consta de dos piezas fundamentales: Uso y actitud. Uso, porque debemos emplearla de forma consecuente y responsable mediante todos los conceptos que hemos ido desgranando a lo largo de los capítulos anteriores: ejercicio físico, positivismo, relajación, nutrición… y actitud, porque debemos tener la predisposición de que un médico llegue allí donde nuestras capacidades ya no lleguen.

Me refiero a hacerse chequeos de forma periódica, acudir a hacerse una revisión prostática a partir de los cuarenta años los hombres y un examen de mamas y cuello uterino las mujeres de la misma edad. Su médico le aconsejará asimismo la realización de otras pruebas preventivas que pueden ser importantes para disponer a tiempo de la información necesaria para alargar y disfrutar de nuestra vida en buen estado. La base de todo esto es dejar de una vez de hablar de medicina anti-aging y hablar de medicina reeducadora. Dejemos pues a un lado la antiedad y entremos en la anti-autoagresión.



Luis Perea


   

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