martes, 3 de junio de 2014

LAS ONCE REGLAS PARA "ESTAR BIEN" (Regla número 1)

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Hace un tiempo comentaba aquí, cuales eran según mi criterio los patrones del bienestar y las "once reglas para estar bien". Todo ello es desde mi punto de vista FUNDAMENTAL para tener un comportamiento "wellness" y en definitiva una actitud consecuente con ese valor que deberíamos preservar como el mas preciado: la salud.

Vamos a ver en detalle cada una de estas once reglas: 



Regla nº 1: Realizar ejercicio físico de forma segura y regular


El ejercicio físico antes

Hacer ejercicio no significa que debamos apuntarnos a un gimnasio, se puede hacer mucho ejercicio con dos elementos básicos: unas zapatillas de deporte y un poco de voluntad. Para empezar deberíamos mirar atrás y observar como vivían nuestros antecesores: eran recolectores, agricultores o cazadores que constantemente debían estar en movimiento para buscar su alimento o bien no convertirse en el alimento de otro animal. En la actualidad pasamos del sofá al coche con dirección asistida, entramos en un edificio con puertas eléctricas y subimos a nuestro despacho con ascensor para cambiar el sofá por la silla de la oficina. Nuestra vida es sedentaria y esto va contra natura porque nuestra columna no está diseñada para estar ocho o diez horas sentados ni para soportar el sobrepeso de nuestra barriga por delante de la cadera. También la construcción de nuestros pies está diseñada por la evolución para desplazarse no para estar sentados en un sofá. 

En vez de incrementar la diferencia entre el gasto calórico en reposo y el gasto calórico durante el día y la actividad diaria, no sólo ingerimos cada vez mayor cantidad de calorías, sino que estamos acercándonos de forma alarmante al gasto calórico de reposo, es decir, cada vez ingresamos más y gastamos menos. 


La cuenta de resultados no deja lugar a dudas: sobrepeso, colesterol e hipertensión. Es un caso de ahorro negativo que afecta además a nuestra salud ya que la falta de ejercicio físico se une en nuestra contra junto con una alimentación rica en hidratos de carbono refinados y grasas y un escaso aporte de fibra, constituyendo la base de muchas de las actuales enfermedades. El hombre del paleolítico consumía diez veces más fruta, fibra y frutos secos que el actual, lo que quiere decir que multiplicaba por diez su aporte en vitaminas y antioxidantes. Esto no quiere decir que debamos suplementarnos con vitaminas olvidando la prescripción médica, es más, un exceso de ciertas vitaminas como la C o la E, pueden tener un fuerte efecto prooxidante. Un profesional bien formado es el que le indicará como y de que manera debe Usted suplementarse -si es necesario-, no permita que cualquier persona intervenga en su salud.






Existen además dos efectos directos del sedentarismo sobre nuestro cuerpo, uno es la pérdida de masa muscular ya lo detallé aquí. El cuerpo "se deshace" de lo innecesario y en la vida actual, una masa muscular fuerte y tonificada no es muy útil. En contrapartida, si perdemos masa muscular lo que estamos perdiendo es el principal motor quemador de calorías de que disponemos: el músculo. El otro efecto consecuente de esta pérdida de masa muscular es la pérdida de independencia física, equilibrio y capacidad de movimiento que sobreviene con la edad. ¿Esto quiere decir que una persona de edad avanzada tendrá más independencia física si conserva su masa muscular? la respuesta es si. Es importante tener en cuenta que nuestros músculos se unen al hueso mediante sistemas tendinosos y ligamentosos que a merced de tener una demanda diaria, son más eficientes en hacer su trabajo, es decir traccionar, tensar, relajar… en definitiva, moverse.


Más tarde, griegos y romanos desarrollaron ampliamente su conceptualización de civilización en torno a la política, la justicia, el arte, la literatura, la arquitectura, la conquista de territorios y por supuesto la educación física. 

En esta época, la educación física guardaba una estrecha relación en la preparación del cuerpo para la guerra, pero también era interpretada como un método de desarrollo integral del cuerpo y la mente, pero no fue hasta el Renacimiento cuando la verdadera comprensión del cuerpo humano abrió nuevos horizontes que abarcaban ya el campo de la salud y fue entonces cuando la actividad física comenzó su andadura como un verdadero método de educación del cuerpo y la mente. 

Del racionalismo nació el culto por la experimentación, la observación científica y la comprobación, verdadera cuna de la racionalización de los efectos beneficiosos del ejercicio físico sobre nuestro cuerpo. Tal y como apuntaba Jean-Jacques Rousseau(1712-1778) en sus escritos sobre la educación del cuerpo, las actividades físicas, deberían ser aplicadas de forma de lograr fines éticos, sociales e higiénicos. Éticos porque eran consideradas como un válido instrumento de disciplina y formación de la juventud; sociales, y eminentemente militares, porque fortificaban el cuerpo, haciéndolo más resistente a las fatigas de la guerra y por consiguiente, útiles a la patria; higiénicos porque eran tratadas como un indispensable medio para fortalecer el organismo y mantener la salud corporal.  

Si uno encuentra mañana a su hijo tirado en la puerta de una discoteca con un tetra-brik de sangría en la mano, que no culpe simplemente al colegio, mejor buscar en su capacidad de racionalización.




Antes el hombre dependía de una intensa actividad física para poder sobrevivir: debía recolectar, debía arar la tierra, debía cazar y debía luchar contra animales y enemigos si quería mantenerse con vida. Hoy, hemos llegado a un punto en el que -de nuevo- dependemos de la actividad física si deseamos continuar viviendo, lo que ocurre es que ahora ya no nos acechan enemigos con espadas ni debemos correr para no convertirnos en el desayuno de los lobos. Ahora nuestros enemigos permanecen escondidos tras el mando a distancia, agazapados tras un plato enorme de hidratos de carbono refinados o grasas, o tal vez tras una bolsa de bollería industrial.

Un señor con una bata blanca nos avisa un buen día del nombre de nuestro enemigo y la lucha empieza entonces. Ahora la ciencia nos permite afrontarla con fármacos y en el mejor de los casos con ejercicio físico, pero de nuevo la mejor estrategia de la guerra es no parecer débil frente al enemigo: prevención es la palabra mágica. Si haces ejercicio, estás en forma, no tienes sobrepeso, te alimentas de forma equilibrada… reduces mucho el número de enemigos capaces de acecharte.



Hoy el ejercicio físico toma un papel preventivo de primer orden ya que se han juntado en el mundo desarrollado dos factores: por una parte cada vez nos movemos menos. Generalmente vamos del trabajo al coche y del coche al parking de casa, la única diferencia al día siguiente es que se realiza el mismo camino a la inversa. Por otra parte cada vez comemos más y entramos en un círculo vicioso de pérdida de masa muscular con la consiguiente disminución del gasto calórico diario y aumento de nuestra reserva de grasas. 

Esto hace que muchas personas generalmente mujeres pero también hombres pretendan perder peso comiendo menos o incluso realizando dietas hipocalóricas que nos hacen perder grasa junto con gran parte de masa muscular (nuestro motor para quemar calorías), con lo que el metabolismo reacciona guardando las reservas que tiene como mecanismo de defensa por si esa situación de carencia va a durar mucho. Es decir: estamos ralentizando nuestro metabolismo y haciéndolo eficiente en ser ahorrador en vez de gastador.

Un cuerpo acostumbrado al ciclo de ingerir calorías, quemarlas y luego regenerarse se vuelve muy eficiente en hacer lo que está acostumbrado a hacer, o sea, en repetir este ciclo y cuantas más veces lo haga, más eficiente será. En cualquier caso incluso cuando el motivo no es adelgazar, el ejercicio físico puede reportarnos valiosísimos beneficios para nuestro organismo.




El ejercicio físico hoy

Hablar de “hacer ejercicio” sin hablar de estética, edades y objetivos es imposible. Casi siempre la gente que se apunta al gimnasio lo hace con el objetivo de adelgazar. Lo que es necesario que entendamos es que estar muy delgados o muy definidos muscularmente puede ser muchas veces algo que vaya en contra de nuestra salud: las mujeres con un porcentaje bajo de grasa corporal, corren el riesgo de tener alteraciones hormonales y que desaparezca la menstruación con el riesgo de tener una menopausia prematura. 

Nuestro metabolismo reacciona de esta forma para evitar un posible embarazo, ya que el organismo no estría en condiciones para llevar a cabo un embarazo normal e impide la fecundación. En hombres con bajo porcentaje de grasa corporal, se pueden presentar desajustes hormonales, alteraciones de comportamiento, fatiga crónica, infecciones frecuentes y posibilidad de lesiones osteo-articulares.

La “moda” de estar delgado, o mejor dicho, de estar muy delgado es un tema que poco tiene que ver con la salud. Se trata más bien de una imposición estética que aborda principalmente a los jóvenes pero también a hombres ya entrados en la cuarentena y como no a mujeres de todas las edades. 

El ansia por conseguir adelgazar lleva incluso a algunas personas a ingerir diuréticos y otras sustancias no prescritas por el médico y que atentan directamente contra nuestra salud puesto que eliminan de grasa y agua a órganos que funcionan o realizan algunas de sus funciones precisamente en presencia de estos, como los discos intervertebrales que están principalmente rellenos de agua. 



Algunas vitaminas, las llamadas liposolubles, A, D, E y K, se almacenan en la grasa del cuerpo y hay que tener en cuenta que las vitaminas participan en la formación de hormonas, células sanguíneas, substancias químicas del sistema nervioso y material genético. 

Por lo general actúan como catalizadores, combinándose con las proteínas para crear metabólicamente enzimas activas que a su vez producen importantes reacciones químicas en todo el cuerpo. 

Sin las vitaminas muchas de estas reacciones tardarían más en producirse o cesarían por completo.


Buscando los límites: el deportista de fondo y la salud

Por tanto “hacer ejercicio” es algo que debe establecerse al margen de objetivos estéticos o deportivos cuando lo que se busca es salud principalmente. “Regular” puede significar un poco cada día o cuatro días a la semana. Sin embargo, entrenarse para completar un marathón de 42 Km es un objetivo deportivo o un reto y puede también no parecer una actitud relacionada con la búsqueda de la salud. 

Es importante este punto pues yo mismo convivo con esta línea separadora: el alto rendimiento y la salud, no obstante aspectos como el nivel de estrés oxidativo (aumento de peróxidos citoplasmáticos), disminución de la ferritina, disfunciones relanes o bajos niveles de colina) que producen los deportes de gran fondo sobre nuestro organismo no pueden ser obviados cuando la alimentación específica y la correcta suplementación no es tomada en cuenta. Es muy importante destacar que muchas prácticas deportivas pueden convertirse en un exceso si no tomas las medidas preventivas y autoreparadoras apropiadas.

Es cierto, y está absolutamente demostrado,  que los mecanismos de reparación suelen ser más potentes en los deportistas de fondo, pero cuando el margen entre ejercicio-beneficioso y ejercicio-perjudicial depende de nuestra propia percepción física o experiencia deportiva, la regla general para la mayoría de la gente -cuando hablamos de salud- pasa por descartar lo que a todas luces es un exceso y olvidarse de algo tan importante como el descanso apropiado o tal y como comentaba, la alimentación inteligente. Muchos de estos deportistas de alto rendimiento, y no necesariamente profesionales ya que existen muchos maratonianos, triatletas y ciclistas que entrenan casi como un profesional pero compiten únicamente en pruebas populares, no son conscientes del rendimiento que le están exigiendo a su cuerpo ya que no existe una sintomatología clara, crónica y definida. Sin embargo, no comen, no se suplementan y no descansan como un profesional.



Si existe en cambio, una sintomatología aguda en forma de fatiga física asociada a los entrenamientos más duros o a pruebas y competiciones aisladas. 

Lo que ocurre es que estos deportistas han aprendido a vivir con el dolor y con el proceso entrenamiento-regeneración-descanso y no será hasta pasada la barrera de los cuarenta o cincuenta años cuando síntomas como la artrosis vertebral severa, la articular u otras patologías se dejen ver y nos recuerden los años que hemos estado “operando a crédito”. 

Por ello es importante que el fondista o ultrafondista se asesore adecuadamente en la correcta ingesta de ciertas vitaminas, minerales, fitofármacos y productos naturales que minimizarán los efectos de un envejecimiento prematuro. 

La vitamina E es posiblemente uno de los más destacados protagonistas de este escenario, estimulando el sistema inmune y evitando la acción de los radicales libres. De todas formas, los más renombrados expertos en la materia apoyan la idea de que el deportista de fondo debería acudir a un especialista que determinase de forma personalizada en base a su alimentación, entrenamiento, sexo edad etc. la necesidad de suplementarse y con que suplementarse puesto que los parámetros y las variables a tocar: hierro, vitamina C, vitamina E, cinc, calcio… son tantas que es el especialista y solo el el que prescriba las dosis y el tratamiento adecuado. Y no solo eso, sino que el deportista debe acudir con la conciencia absoluta de que estamos trabajando a largo plazo. No hay resultados milagrosos, la prevención en el deporte y en la vida exige su tiempo.

Esto entra también dentro del aspecto estético: en ocasiones lo que buscamos es tener el porcentaje de grasa más bajo posible y para ello centramos toda nuestra atención en el ejercicio cardiovascular (para la mayoría de fondistas, el músculo en exceso es interpretado como un enemigo). En primer lugar, tener un porcentaje de grasa corporal del 6 o 7% dista mucho de ser saludable, aún así, a la mayoría de estos fondistas yo les pido que comparen el cuerpo de un maratoniano con el de un corredor de 200 mts: ambos tienen muy poca grasa corporal, sin embargo el corredor de larga distancia lo consigue ha expensas de perder gran parte de su masa muscular. Para mantener ese porcentaje de grasa corporal o cualquier otro porcentaje, el corredor más musculado necesitará hacer muchísimo menos ejercicio. No intento con estos planteamientos atacar el deporte de fondo, yo mismo lo practico asiduamente, aunque es cierto que la inmensa mayoría de ellos no descansen lo suficiente y entrenen en volúmenes absolutamente perniciosos a nivel articular: una cosa es la afición de cada uno y su afán de superación personal y otra muy distinta la salud.





En cualquier caso lo que si está demostrado es que el ejercicio controlado reduce las posibilidades de contraer enfermedades a corto y largo plazo, incrementa la esperanza de vida, reduce el riesgo de padecer depresión, mejora el tono muscular; se reduce la grasa corporal y se mejora el aspecto de la piel, ya que llega más oxígeno a los tejidos corporales, mejora la postura reduciendo los dolores de espalda y tiene un efecto positivo sobre la respiración, suministro sanguíneo, músculos y huesos, además de garantizarnos casi por completo una vejez muy activa y libre de patologías limitantes.

"El objetivo del ejercicio es conseguir un nivel de forma física y de salud beneficiosos, tanto física como mental, al margen de objetivos estéticos o deportivos. Si no ha estado haciendo ejercicio regularmente, debería hablar con su médico y realizar una evaluación de forma física si: tiene más de 25 años y es fumador, tiene diabetes o riesgos conocidos de enfermedades coronarias, tiene más de 40 años y no es muy activo, tiene hipertensión arterial, tiene dolores en el pecho o cualquier molestia grave cuando hace ejercicio, tiene el colesterol alto, o tiene dificultades respiratorias al hacer ejercicios ligeros, como las actividades de la vida diaria" (fuente: BBC fitness.).


También es importante destacar que no todos los ejercicios son válidos en dependencia del objetivo que busquemos y que tal vez el tiempo y la intensidad de cada sesión sea un factor determinante: si lo que queremos es estar sanos -simplemente- caminar a buen ritmo (no pasear) durante treinta o cuarenta minutos cada día puede ser un ejercicio estupendo además de poderle hacer eliminar hasta ocho kilos de grasa en un año cuando se combina con una nutrición adecuada. Si esto se aleja excesivamente de sus objetivos de pérdida de peso, posiblemente es el momento de realizar además algunos ejercicios que favorezcan la ganancia de masa muscular. 

Este punto es especialmente peliagudo para algunas mujeres que erróneamente asocian “ganar masa muscular” con “ganar volumen muscular”, nada más lejos de la realidad. Los ejercicios con resistencias o pesas pueden aportar grandes beneficios a mujeres y hombres ya que no tan sólo tonifican nuestros músculos, sino que también son un excelente medio para mantener en forma nuestros tendones y ligamentos gracias al llamado “reclutamiento de unidades motoras”.





Luis Perea


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