miércoles, 30 de julio de 2014

LAS ONCE REGLAS PARA "ESTAR BIEN" (Reglas número 5 y 6)

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Reglas nº 5 y 6: Ayudar a las personas más necesitadas y trabajar en nuestros valores 
y: Pensar que el cuerpo y la mente son uno


Los valores y los principios son importantes. Generalmente, las personas a las que no les interesan las personas, son egoístas y desconfiadas. Puede parecer un tanto curioso que el concepto de bienestar pueda llegar a asociarse tan directamente con un aspecto relacionado más bien con nuestra actitud social y personal, pero es que realmente es muy difícil concebir una armonía total entre la salud corporal y la mental, sin contar también con el factor espiritual, máxime cuando muchos de nosotros trabajamos precisamente para mejorar la salud de las personas.


Enriquecerse, tanto en el plano intelectual y físico como en el espiritual, significa establecer una serie de pautas básicas sobre las que ir asentando nuestra personalidad, es lo que llamaríamos ética, y es algo que debería aprenderse desde la niñez, de lo contrario, no sólo careceremos de integridad personal, sino que careceríamos de criterio y por tanto de auto-decisión y sobretodo de algo muy importante: la capacidad de transmisión. Desde mi punto de vista, un profesional de la salud, sea médico, entrenador o terapeuta, debe sobretodo ser un modelo de seguimiento y una persona capaz de transmitir con criterio, y para eso hace falta un posicionamiento ético sin fisuras. La capacidad de elección por tanto, no es un aspecto simplemente educacional, saber elegir un camino, una misión, y hacerlo correctamente es también una cuestión de principios.





Casi siempre, las personas más egoístas, es decir, en las que prevalece el deseo de la propia comodidad personal y supervivencia, acostumbran a ser personas poco involucradas con la sociedad. Esto se traduce en bajos niveles de sensibilización y empatía, percepción de la realidad, y aspectos comunicativos y relacionales muy reducidos en cuanto a grupos sociales y necesidades del cliente o paciente. La baja capacidad relacional tiene una traba fundamental: no permite la entrada de nuevas ideas, elimina el debate y crea personas conformistas, eliminando poco a poco el crecimiento personal. Al final un "pseudoprofesional" sin valores se moverá únicamente por razones económicas y esto deja poco margen al crecimiento y al propio aprendizaje. El verdadero profesional de la salud se involucra, escucha, gestiona la información y posteriormente oferta una solución. Y la retribución no siempre es económica.

"Estar bien" es además un concepto que pasa ante todo por estar bien con los demás, y esto es solo posible cuando estamos dispuestos a recibir y por supuesto a dar. Y no solo a intercambiar, sino simplemente a dar sin esperar nada a cambio. Esto es verdaderamente lo que impulsa el aprendizaje y el crecimiento. Personalmente he aprendido muchísimo de todos mis clientes, especialmente de aquellos que aceptaron mis consejos dándome a cambio la satisfacción de mejorar su salud y su vida sin más.





La verdadera dimensión del bienestar se aprecia cuando uno es capaz de transmitir parte de sus valores, de su salud global, a los demás. Por otra parte, la ausencia de sensibilidad por las personas que nos rodean y la inexistencia de principios éticos, hace que muchas de nuestras acciones diarias que precisan de relaciones interpersonales, tales como trabajar o relacionarse con las personas que comparten nuestro tiempo o espacio, sean asumidas como deberes y obligaciones, no como voluntades. Y eso vuelve muy infelices a las personas, algo que es incompatible con el bienestar. Las personas más positivas (el positivismo es un gran factor de bienestar personal) suelen ser mucho más creativas y proactivas a ayudar a los demás. 

Se trata sin duda de conceptos relativos y en los que el consenso es difícil, pero los sociólogos y humanistas coinciden en dos aspectos fundamentales: para que exista ética, debe existir un cierto nivel de intelecto, es decir, de capacidad de conceptualización, análisis, razonamiento y percepción como único medio para apreciar la riqueza de matices que nos ofrece la vida, y de alguna forma, transmitir parte de nuestras capacidades sean cuales sean en pro de mejorar la vida de los demás, es ante todo enriquecedor. La ausencia de valores es lo que vuelve comunes a las personas simples, sin embargo una persona simple con principios, con honestidad y con generosidad es muy poco común, por ello debemos aprovecharla, porque posiblemente aprendamos mucho de ella.


Llegado a este punto, desde mi punto de vista no puedo hablar de principios sin hablar de amor, amor por los demás, amor por la pareja, amor por lo que hacemos... sin eso es muy difícil vivir ya que la verdadera motivación nace de "querer", querer ser útil, dar lo mejor de unos mismo, ser fieles a nuestros principios, tener lealtad a lo que deseamos y estamos dispuestos a transmitir...


Si bien los conceptos de fidelidad son diversos y podríamos incluso decir que “cada pareja es un mundo” o incluso que los modelos de convivencia y vivencia del amor, la pasión o la lealtad son diferentes en cada individuo, hay un nexo común que une y valida todos estos conceptos y que hace referencia a la propia integridad y nobleza del individuo: la verdad y el respeto. Una persona noble debe tener principios, debe ser leal a un sentimiento y debe cuidar a quien le ama y le cuida. Es la base sobre la que se asienta nuestro propio corazón y se trata de un sentimiento absolutamente contrario al egoísmo.


Pensar que el cuerpo y la mente son uno



La máxima “mens sana in corpore sano” puede perfectamente aplicarse al revés ya que muchos problemas psicológicos están condicionados por factores físicos e incluso estéticos. Demasiadas veces, algunas inseguridades, debilidades y problemas de relaciones interpersonales, e incluso problemas laborales, tienen su raíz en aspectos puramente físicos que en ocasiones vienen arrastrándose desde hace años. 

Curiosamente, en nuestra sociedad damos más importancia a cuidar nuestro aspecto estético por encima de cuidar nuestra mente. Cada vez, “lo que se ve” está tomando más relevancia y aquella frase tan socorrida que dice que “lo importante es el interior” está pasando a un segundo plano. 

¿Podríamos decir que prestamos más atención al cuerpo que a la mente? Seguramente no, lo que está ocurriendo es que priorizamos más sobre la construcción de una imagen estética (lo que no implica necesariamente hacer ejercicio) que sobre la construcción de una mente sana y eficaz. Otro escenario es el de aquellas personas que cultivan mucho su mente y tienen inquietudes intelectuales como leer, acudir al teatro, disfrutar de exposiciones de pintura y fotografía, estudiar etc. y se olvidan casi por completo de su cuerpo… como si el cerebro fuera un miembro externo de nuestro organismo.

Es importante destacar que todas las funciones motoras de nuestro cuerpo dependen absolutamente de nuestro cerebro. Cierto es, que la médula controla de forma autónoma      -que no independiente- los reflejos y el control postural por ejemplo, pero lo que está claro es que una actividad cerebral optimizada, puede proporcionar aspectos físicos optimizados. 


No dormir, como hemos podido observar anteriormente aquí, es uno de los múltiples factores que pueden llegar a afectar de forma devastadora nuestra capacidad mental y por ende, física, pero otros factores como el estrés y los niveles elevados de cortisol son potentes enemigos también para nuestro cuerpo. 

No obstante, donde encontramos verdaderos puntales de sustentación en la idea de que el cuerpo y la mente son indivisibles, es en la teoría de que si tu cuerpo no está sano, tu mente tampoco lo está. Y la causa y razón de ello es que nuestro cerebro, más allá del plano puramente espiritual, es un órgano físico con sus características fisiológicas, necesidades nutritivas y actividades biológicas propias que dependen absolutamente de los procesos organicos que se desencadenan durante las veinticuatro horas del día en el conjunto de nuestro organismo.

Demasiadas veces pensamos que los alimentos, por ejemplo, tienen una aplicación exclusiva en el sistema muscular o energético y olvidamos que nuestro cerebro funciona también empleando como combustible estos y otros componentes. 

Nuestro cerebro, consume aproximadamente el 30% de las calorías que ingerimos diariamente, lo cual nos da una idea de la importancia de una correcta alimentación de cara a mantener una mente activa y despierta, necesitando sobre todo vitaminas del grupo B, vitamina E, potasio, magnesio, zinc, selenio, cromo, hierro… la carencia de ciertos minerales, por ejemplo, afectan directamente sobre el rendimiento intelectual: el déficit de hierro se relaciona directamente con la falta de atención y concentración, la deficiencia de tiamina se asocia con trastornos cognitivos y pérdida de memoria, la de ácido pantoténico con insomnio… como vemos, cuidar nuestra mente debe pasar indefectiblemente por cuidar nuestro organismo y la alimentación equilibrada junto con el ejercicio físico regular, son seguramente, los mejores sistemas para ello. 






Seguramente a algún lector se le habrá pasado por la cabeza recurrir a un suplemento vitamínico o de minerales al leer las últimas líneas. Realmente esa decisión debería tomarla su médico ya que llevando una nutrición equilibrada y el el caso de llevar una actividad diaria normal, sus necesidades de vitaminas, minerales y otros elementos debería quedar cubierta.

Realmente es necesario tomar conciencia de que nuestra mente, nuestro cerebro es un sistema orgánico que depende en gran medida del resto del cuerpo, y lo mismo ocurre a la inversa. Por tanto si uno tiene una gran agilidad mental pero vive en un cuerpo lleno de grasa, colesterol y niveles de tensión arterial elevados, lo que tiene no es una mente más ágil sino mucha suerte. 



Luis Perea

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