Copyright © Luis Perea 2013. Todos los derechos reservados. Cualquier copia, duplicación o uso del contenido de este artículo está prohibido salvo autorización previa del autor.
“Un cuerpo sano es producto de una mente
sana”, de igual forma ¿podríamos decir que un cuerpo insano es producto de
una mente insana?, tal vez no sea así, pero lo que está claro es que casi
siempre detrás de un cuerpo que hemos vuelto insano existe una mente y una vida
poco ordenada y con las prioridades muy indefinidas.
Esa es la única razón de
que hayamos invertido nuestro tiempo en destruir la salud en vez de reforzarla.
En términos nutricionales, esto ha ido cambiando con el paso del tiempo de
forma muy ligada al factor socio-cultural. Hace años, las personas más
delgadas, se asociaban a estratos sociales más pobres, mientras que las
personas “redondas” y gordas se relacionaban con capas más acomodadas y
favorecidas económica y culturalmente. Esta relación se ha invertido en la
actualidad y especialmente en lugares como E.E.U.U se demuestra que la tasa de
obesidad es mucho mayor entre la población con menos recursos económicos. La
razón es simple: la escasez de recursos limita el acceso a mayores
conocimientos sobre nutrición saludable y también el acceso a una mejor
nutrición, generalmente compuesta por alimentos frescos y poco refinados que
son casi siempre más caros (los alimentos más baratos son aquellos que son
fáciles de producir y se conservan más y mejor, por eso su producción es más
económica, incorporando más conservantes, grasas y azúcares).
A todo ello se
aúna la imposibilidad de practicar ejercicio físico con regularidad, bien por
ser un factor no prioritario (la prioridad es trabajar para ganar dinero) o bien
por desconocimiento -de nuevo- sobre sus beneficios. Estos conocimientos y
hábitos que seguramente no serán transmitidos a los hijos, generarán a su vez
niños que gestionarán poca información y por tanto que no la aplicarán en un
futuro sobre ellos mismos. Es un pez que se muerde la cola. La realidad actual,
es que sabemos mucho sobre lo que una alimentación incorrecta puede ocasionar
en nuestro organismo, pero sabemos realmente muy poco sobre nutrición. Puede
que algunos nutricionistas no estén muy de acuerdo con este planteamiento, pero
es que en verdad, hasta los años 30, no sabíamos ni tan siquiera que las
vitaminas eran necesarias, y de hecho, cada año se descubren propiedades e
interacciones de las vitaminas y otros componentes que son decisivas para el
tratamiento de ciertas dolencias e incluso para potenciar aspectos tan
importantes en nuestro organismo como el sistema inmunológico.
La vitamina D
que se sintetiza en la piel gracias a la luz solar, es un buen ejemplo de ello
con respecto al sistema inmunitario ya que hasta hace poco no sabíamos lo
tremendamente importante que es esta vitamina en la lucha contra ciertos
microbios.
Una nutrición sana debe ser ante todo una
nutrición acorde con nuestra actividad física, una de las causas del porque engordamos es porque ingerimos más calorías de las que somos capaces de gastar,
(otro tema es la razón de que el cuerpo subsista quemando “lo mínimo”). De nuevo eso
es algo que debemos separar del concepto de estética que tenemos actualmente ya
que estar delgado pasa sobretodo por “gastar más y elegir lo que comemos”, más
que por “comer menos”. Aquí -de nuevo- tenemos que empezar a aprender que no
sólo es importante lo que pesamos sino el de “que” está hecho lo que pesa.
Un
ejemplo: un kilo de músculo pesa en nuestra báscula exactamente lo mismo que un
kilo de grasa pero un kilo de músculo gasta calorías y un kilo de grasa no, por
otra parte, el músculo es un tejido firme y la grasa en cambio está a merced de
la gravedad… y eso se ve en el espejo.
Normalmente, viajo mucho dando cursos
sobre factores de prevención mediante actividad física o Entrenamiento Personal
y durante los desayunos en el hotel, siempre me gusta observar como y que come
la gente ya que en ese momento yo no les estoy preguntando: simplemente su
plato me dice la verdad. En estos platos veo embutidos, huevos, bacon frito,
bollería industrial… si sumamos las calorías totales, veríamos que son
absolutamente excesivas para la actividad física diaria de esa persona y
excesivas también para su potencial quemador, o sea, para la capacidad de su
organismo en utilizar todo ese combustible. Por todo ello, preveo que tal vez
ese día es un “extra”, indudablemente esa persona no desayuna así todos los
días, pero lo que seguramente si ocurre es que su falta de información y
conocimientos sobre nutrición, le haga comer mal también entre semana.
Si lo que queremos es adelgazar y nos sometemos
a una de esas famosas “dietas milagro”, posiblemente la báscula diga que hemos
adelgazado dos, tres o cinco kilos pero… cinco kilos ¿de qué? Si de ese peso,
dos kilos es grasa, uno es agua y otros dos son masa muscular, lo que hemos
perdido en realidad es la capacidad de quemar hasta ocho kilos de grasa al año
ya que cada kilo de músculo puede combustionar cuatro kilos de grasa en un año!
Después sobreviene el efecto rebote y si repetimos este tipo de dietas varias
veces a lo largo de la vida lo que hemos conseguido es ir perdiendo masa
muscular y con ella la capacidad de ir quemando grasa con lo cual pasado un
tiempo nos enfrentamos a un problema de obesidad: el metabolismo no es capaz de
ir quemando las calorías que ingerimos a la suficiente velocidad como para no
ir creando “reservas” en forma de más grasa simplemente porque ya casi no tiene
“motor” para quemar el combustible que le vamos dando. Si a ello le sumamos que
realizamos poco ejercicio físico (con lo cual ni creamos masa muscular ni
quemamos calorías) y que ingerimos un exceso de calorías… el problema está
servido. Una frase muy socorrida es: “todo lo que comemos engorda”, en base a
la cual la gente cree que comiendo menos conseguirán adelgazar; bien, es cierto
que comemos más de lo que deberíamos pero la frase real debería ser: “no quemar
lo suficiente es verdaderamente lo que engorda”, con lo cual, deberíamos hacer
un balance entre lo que comemos y nuestra capacidad de gastar lo que ingerimos.
También es importante saber que no es lo
mismo comer un gramo de arroz que un gramo de panceta de cerdo: un gramo de
carbohidratos (pasta, arroz, pan etc.) tiene de media 4,1 kilocalorías (17
julios) y un gramo de grasa 9,3 kilocalorías (39 julios). Si cada día entre
nuestras funciones metabólicas y la actividad física gastamos 1.500
kilocalorías pero ingerimos 2.000 ¿dónde van a parar las 500 kilocalorías
sobrantes? No es difícil adivinarlo. Por eso es tan importante ver no
simplemente cuanto comemos sino que comemos. Por ejemplo: si comemos 100 gramos de fresas,
estas nos aportarán unas 30 kilocalorías, que podremos quemar sólo con unos
minutos de caminata. Si comemos en cambio 100 gramos de
cacahuetes, nos aportarán unas 610 kilocalorías, que podremos quemar nadando
unos 1.500 mts de natación o corriendo 10 Km .
El alcohol es también una fuente de
energía que produce muchas calorías por gramo. Las células del cuerpo no pueden
oxidar el alcohol, por lo que el hígado tiene que procesarlo para convertirlo
en grasa, que luego se almacena en el mismo hígado o en el tejido adiposo. El
alcohol aporta unas 7 kilocalorías por gramo y es uno de los factores más
determinantes en el sobrepeso de muchas personas. A veces
cuando contabilizo junto con el cliente la cantidad de calorías ingeridas en
forma de alcohol durante el fin de semana, me encuentro con enormes cantidades,
de hecho, tantas que el cliente tendría suficiente combustible como para vivir
dos o incluso tres días.
Luis Perea
Excelente como siempre Luis,! muchas gracias!
ResponderEliminar