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La máxima “mens sana in corpore
sano” puede perfectamente aplicarse al revés ya que muchos problemas
psicológicos están condicionados por factores físicos e incluso estéticos.
Demasiadas veces, ciertas inseguridades, problemas de relaciones
interpersonales, e incluso problemas laborales, tienen su raíz en aspectos
puramente físicos que en ocasiones vienen arrastrándose desde hace años.
Curiosamente, en nuestra sociedad damos más importancia a cuidar nuestro aspecto estético por encima de cuidar nuestra mente. Cada vez, “lo que se ve” está tomando más relevancia y aquella frase tan socorrida que dice que “lo importante es el interior” está pasando a un segundo plano.
Curiosamente, en nuestra sociedad damos más importancia a cuidar nuestro aspecto estético por encima de cuidar nuestra mente. Cada vez, “lo que se ve” está tomando más relevancia y aquella frase tan socorrida que dice que “lo importante es el interior” está pasando a un segundo plano.
¿Podríamos decir que prestamos más atención al cuerpo que a la mente? Seguramente si, lo que está ocurriendo es que priorizamos más sobre la construcción de una imagen estética (lo que no implica necesariamente hacer ejercicio) que sobre la construcción de una mente sana y eficaz. Otro escenario es el de aquellas personas que cultivan mucho su mente y tienen inquietudes intelectuales como leer, acudir al teatro, disfrutar de exposiciones de pintura y fotografía, estudiar etc. y se olvidan casi por completo de su cuerpo… como si el cerebro fuera un miembro externo de nuestro organismo.
Es
importante destacar que todas las funciones motoras de nuestro cuerpo dependen
absolutamente de nuestro cerebro.
Cierto es, que la médula controla de forma
autónoma -que no independiente- los
reflejos y el control postural por ejemplo, pero lo que está claro es que una
actividad cerebral optimizada, puede proporcionar aspectos físicos optimizados.
No dormir, como hemos podido observar anteriormente aquí, es uno de los múltiples factores que pueden llegar a afectar de forma devastadora nuestra capacidad
mental y por ende, física, pero otros factores como el estrés y los niveles
elevados de cortisol son potentes enemigos también para nuestro cuerpo. No
obstante, donde encontramos verdaderos puntales de sustentación en la idea de
que el cuerpo y la mente son indivisibles, es en la teoría de que si tu cuerpo
no está sano, tu mente tampoco lo está. Y la causa y razón de ello es que
nuestro cerebro, más allá del plano puramente espiritual, es un órgano físico
con sus características fisiológicas, necesidades nutritivas y actividades biológicas
propias que dependen absolutamente de los procesos orgánicos que se
desencadenan durante las veinticuatro horas del día en el conjunto de nuestro
organismo.
Demasiadas veces pensamos que los
alimentos, por ejemplo, tienen una aplicación exclusiva en el sistema muscular
o energético y olvidamos que nuestro cerebro funciona también empleando como
combustible estos y otros componentes.
Nuestro cerebro, consume aproximadamente
el 30% de las calorías que ingerimos diariamente, lo cual nos da una idea de la
importancia de una correcta alimentación de cara a mantener una mente activa y
despierta, necesitando sobre todo vitaminas del grupo B, vitamina E, potasio,
magnesio, zinc, selenio, cromo, hierro… la carencia de ciertos minerales, por
ejemplo, afectan directamente sobre el rendimiento intelectual: el déficit de
hierro se relaciona directamente con la falta de atención y concentración, la
deficiencia de tiamina se asocia con trastornos cognitivos y pérdida de
memoria, la de ácido pantoténico con insomnio… como vemos, cuidar nuestra mente
debe pasar indefectiblemente por cuidar nuestro organismo y la alimentación
equilibrada junto con el ejercicio físico regular, son seguramente, los mejores
sistemas para ello.
Seguramente a algún lector se le habrá pasado por la cabeza
recurrir a un suplemento vitamínico o de minerales al leer las últimas líneas.
Realmente esa decisión debería tomarla su médico ya que llevando una nutrición
equilibrada y el el caso de llevar una actividad diaria normal, sus necesidades
de vitaminas, minerales y otros elementos debería quedar cubierta.
Realmente es necesario tomar conciencia
de que nuestra mente, nuestro cerebro es un sistema orgánico que depende en
gran medida del resto del cuerpo, y lo mismo ocurre a la inversa. Por tanto si
uno tiene una gran agilidad mental pero vive en un cuerpo lleno de grasa,
colesterol y niveles de tensión arterial elevados, lo que tiene no es una mente
más ágil sino mucha suerte.
Educar la mente en positivo, pensar que nuestro cerebro es un
jardín, cultiva y cuida tu jardín
Son varios los libros que
juegan con la metáfora de comparar la mente con un jardín: de igual forma que
si regamos nuestro jardín con aceite de coche usado mataremos poco a poco
nuestras plantas; si dejamos que cualquier basura entre sin concierto en
nuestra cabeza, mataremos poco a poco nuestra capacidad de pensar. Seguramente
a algunos les viene a la cabeza la palabra “telebasura” es decir, programas en
donde no sólo no se aprende nada sino que además magnifican actitudes violentas
y antisociales de las que no es posible sacar ningún ejemplo. Su única función
es pasar el tiempo, o sea, una prejubilación temporal para nuestro cerebro.
Aquí podríamos incluir la prensa-basura, la radio-basura o la politica-basura.
La verdad es que uno puede entretenerse como quiera y ocupar y desocupar su
mente como le venga en gana, otra cosa será si realmente este tipo de actitudes
nos aportan algún beneficio.
Dicho
esto, entraríamos en un vivo debate sobre la actualmente llamada sociedad de la
sobre-información en donde es difícil controlar -y más allá filtrar- los
contenidos que llegan a los niños por ejemplo, mediante vías como la
televisión, Internet o los videojuegos, cada vez con mayor contenido en
violencia.
Resulta preocupante que existan ya diferentes adicciones y
patologías derivadas de la poca comunicación con los niños por parte de los
padres y el exceso de comunicación no filtrada que les llega de forma externa.
Esto debería dar que pensar: a veces los niños reciben más inputs, o sea, más
información de medios diferentes a sus padres, algo que resulta cuanto menos,
preocupante.
En cualquier caso, posiblemente lo verdaderamente importante sería
que el niño tuviera suficiente criterio como para filtrar por si mismo toda esa
información (para lo que de nuevo sería importante contar con una buena
referencia en los padres)… pero se plantea un serio problema cuando a veces, ni
siquiera los padres son capaces de establecer cuales son los límites pasando
horas con el cerebro sedado por la televisión, con lo cual, niños se convierten
en pseudoadultos que están a merced del efecto que la basura descontrolada haga
en sus mentes.
Claro que podemos tomar actitudes de
“término medio”, realmente, la capacidad de elección la da el criterio y el
criterio favorece el equilibrio, pero desde mi punto de vista este equilibrio
es inexistente vistas las cifras de telespectadores que a diario pierden horas
y horas delante de este tipo de programas. Algo estamos haciendo muy mal cuando
el Gobierno tiene que pactar horas de televisión infantil con las televisiones
privadas y cuando el Defensor del Menor de la Comunidad de Madrid,
Pedro Núñez Morgades, tiene que expresar su temor al respecto… tal vez sería
positivo que comparásemos la suma de las horas semanales que pasamos hablando
con nuestros hijos en comparación con la suma de horas semanales que otorgamos
a un grupo de personas a las que ni siquiera conocemos, encerradas en una casa
repleta de cámaras.
Pasando de página encontramos otro factor
determinante para el bienestar: el positivismo. Y es que ser positivo es una
técnica que debemos practicar todos los días. La depresión, la gran epidemia de
nuestro siglo, es una patología que adopta formas como la melancolía
permanente, el desencanto, la desilusión, el aburrimiento, la ansiedad o el
abatimiento moral y que al margen de la actuación específica de un profesional
de la psiquiatría que en algunos casos es imprescindible, tiene una de sus más
potentes armas en el ejercicio físico regular.
El ejercicio, cuando es
realizado de forma controlada, normalmente va asociado a actitudes añadidas:
salir de casa, buscar un objetivo, comer mejor, dormir y socializar. No es
necesario que nos preparemos para un maratón, sencillamente ir al gimnasio
algunos días a la semana o salir a caminar por el monte con un grupo de amigos,
puede ser mano de santo para que nuestro cuerpo y nuestra mente salgan del
estado de negatividad. Robin S. Sharma
escribió un conocido bestseller: “El
monje que vendió su Ferrari” un libro estupendo para todos aquellos que
deseen comenzar también con el programa de gimnasia mental que representa ser
positivo, y los ejercicios son bastante sencillos: buscar el lado bueno de las
cosas, intentar siempre estar motivado, pensar que nuestro estado de ánimo
afecta también a los que nos rodean, tener control sobre nuestra vida, aprender
a reír e intentar buscar la felicidad en aquellos pequeños detalles de la vida
que a veces pasamos por alto.
Personalmente, mis pequeños detalles son
los momentos en que salgo a entrenar con mi pareja o corro por la Carretera de las Aguas en Barcelona e incluso cuando comparto entrenamiento con algún cliente o
compañero.
En esos momentos la energía que invade mi cuerpo es tal que podría
iluminar toda la ciudad con ella, por eso intento “contagiar” a las personas
que me rodean de mi pasión por la salud y el ejercicio, una pasión que se
aprende y se asimila mejor que la más potente de las medicinas.
Luis Perea
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