viernes, 21 de febrero de 2014

SI QUIERES CUIDAR TU CUERPO, CUIDA TAMBIÉN DE TU MENTE

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La máxima “mens sana in corpore sano” puede perfectamente aplicarse al revés ya que muchos problemas psicológicos están condicionados por factores físicos e incluso estéticos. Demasiadas veces, ciertas inseguridades, problemas de relaciones interpersonales, e incluso problemas laborales, tienen su raíz en aspectos puramente físicos que en ocasiones vienen arrastrándose desde hace años.



Curiosamente, en nuestra sociedad damos más importancia a cuidar nuestro aspecto estético por encima de cuidar nuestra mente. Cada vez, “lo que se ve” está tomando más relevancia y aquella frase tan socorrida que dice que “lo importante es el interior” está pasando a un segundo plano.



¿Podríamos decir que prestamos más atención al cuerpo que a la mente? Seguramente si, lo que está ocurriendo es que priorizamos más sobre la construcción de una imagen estética (lo que no implica necesariamente hacer ejercicio) que sobre la construcción de una mente sana y eficaz. Otro escenario es el de aquellas personas que cultivan mucho su mente y tienen inquietudes intelectuales como leer, acudir al teatro, disfrutar de exposiciones de pintura y fotografía, estudiar etc. y se olvidan casi por completo de su cuerpo… como si el cerebro fuera un miembro externo de nuestro organismo.

Es importante destacar que todas las funciones motoras de nuestro cuerpo dependen absolutamente de nuestro cerebro. 




Cierto es, que la médula controla de forma autónoma  -que no independiente- los reflejos y el control postural por ejemplo, pero lo que está claro es que una actividad cerebral optimizada, puede proporcionar aspectos físicos optimizados. 

No dormir, como hemos podido observar anteriormente aquí, es uno de los múltiples factores que pueden llegar a afectar de forma devastadora nuestra capacidad mental y por ende, física, pero otros factores como el estrés y los niveles elevados de cortisol son potentes enemigos también para nuestro cuerpo. No obstante, donde encontramos verdaderos puntales de sustentación en la idea de que el cuerpo y la mente son indivisibles, es en la teoría de que si tu cuerpo no está sano, tu mente tampoco lo está. Y la causa y razón de ello es que nuestro cerebro, más allá del plano puramente espiritual, es un órgano físico con sus características fisiológicas, necesidades nutritivas y actividades biológicas propias que dependen absolutamente de los procesos orgánicos que se desencadenan durante las veinticuatro horas del día en el conjunto de nuestro organismo.


Demasiadas veces pensamos que los alimentos, por ejemplo, tienen una aplicación exclusiva en el sistema muscular o energético y olvidamos que nuestro cerebro funciona también empleando como combustible estos y otros componentes. 

Nuestro cerebro, consume aproximadamente el 30% de las calorías que ingerimos diariamente, lo cual nos da una idea de la importancia de una correcta alimentación de cara a mantener una mente activa y despierta, necesitando sobre todo vitaminas del grupo B, vitamina E, potasio, magnesio, zinc, selenio, cromo, hierro… la carencia de ciertos minerales, por ejemplo, afectan directamente sobre el rendimiento intelectual: el déficit de hierro se relaciona directamente con la falta de atención y concentración, la deficiencia de tiamina se asocia con trastornos cognitivos y pérdida de memoria, la de ácido pantoténico con insomnio… como vemos, cuidar nuestra mente debe pasar indefectiblemente por cuidar nuestro organismo y la alimentación equilibrada junto con el ejercicio físico regular, son seguramente, los mejores sistemas para ello. 

Seguramente a algún lector se le habrá pasado por la cabeza recurrir a un suplemento vitamínico o de minerales al leer las últimas líneas. Realmente esa decisión debería tomarla su médico ya que llevando una nutrición equilibrada y el el caso de llevar una actividad diaria normal, sus necesidades de vitaminas, minerales y otros elementos debería quedar cubierta.
  
Realmente es necesario tomar conciencia de que nuestra mente, nuestro cerebro es un sistema orgánico que depende en gran medida del resto del cuerpo, y lo mismo ocurre a la inversa. Por tanto si uno tiene una gran agilidad mental pero vive en un cuerpo lleno de grasa, colesterol y niveles de tensión arterial elevados, lo que tiene no es una mente más ágil sino mucha suerte.




Educar la mente en positivo, pensar que nuestro cerebro es un jardín, cultiva y cuida tu jardín

Son varios los libros que juegan con la metáfora de comparar la mente con un jardín: de igual forma que si regamos nuestro jardín con aceite de coche usado mataremos poco a poco nuestras plantas; si dejamos que cualquier basura entre sin concierto en nuestra cabeza, mataremos poco a poco nuestra capacidad de pensar. Seguramente a algunos les viene a la cabeza la palabra “telebasura” es decir, programas en donde no sólo no se aprende nada sino que además magnifican actitudes violentas y antisociales de las que no es posible sacar ningún ejemplo. Su única función es pasar el tiempo, o sea, una prejubilación temporal para nuestro cerebro. Aquí podríamos incluir la prensa-basura, la radio-basura o la politica-basura. La verdad es que uno puede entretenerse como quiera y ocupar y desocupar su mente como le venga en gana, otra cosa será si realmente este tipo de actitudes nos aportan algún beneficio.


Dicho esto, entraríamos en un vivo debate sobre la actualmente llamada sociedad de la sobre-información en donde es difícil controlar -y más allá filtrar- los contenidos que llegan a los niños por ejemplo, mediante vías como la televisión, Internet o los videojuegos, cada vez con mayor contenido en violencia. 

Resulta preocupante que existan ya diferentes adicciones y patologías derivadas de la poca comunicación con los niños por parte de los padres y el exceso de comunicación no filtrada que les llega de forma externa. Esto debería dar que pensar: a veces los niños reciben más inputs, o sea, más información de medios diferentes a sus padres, algo que resulta cuanto menos, preocupante. 


En cualquier caso, posiblemente lo verdaderamente importante sería que el niño tuviera suficiente criterio como para filtrar por si mismo toda esa información (para lo que de nuevo sería importante contar con una buena referencia en los padres)… pero se plantea un serio problema cuando a veces, ni siquiera los padres son capaces de establecer cuales son los límites pasando horas con el cerebro sedado por la televisión, con lo cual, niños se convierten en pseudoadultos que están a merced del efecto que la basura descontrolada haga en sus mentes.

Claro que podemos tomar actitudes de “término medio”, realmente, la capacidad de elección la da el criterio y el criterio favorece el equilibrio, pero desde mi punto de vista este equilibrio es inexistente vistas las cifras de telespectadores que a diario pierden horas y horas delante de este tipo de programas. Algo estamos haciendo muy mal cuando el Gobierno tiene que pactar horas de televisión infantil con las televisiones privadas y cuando el Defensor del Menor de la Comunidad de Madrid, Pedro Núñez Morgades, tiene que expresar su temor al respecto… tal vez sería positivo que comparásemos la suma de las horas semanales que pasamos hablando con nuestros hijos en comparación con la suma de horas semanales que otorgamos a un grupo de personas a las que ni siquiera conocemos, encerradas en una casa repleta de cámaras.




Pasando de página encontramos otro factor determinante para el bienestar: el positivismo. Y es que ser positivo es una técnica que debemos practicar todos los días. La depresión, la gran epidemia de nuestro siglo, es una patología que adopta formas como la melancolía permanente, el desencanto, la desilusión, el aburrimiento, la ansiedad o el abatimiento moral y que al margen de la actuación específica de un profesional de la psiquiatría que en algunos casos es imprescindible, tiene una de sus más potentes armas en el ejercicio físico regular. 

El ejercicio, cuando es realizado de forma controlada, normalmente va asociado a actitudes añadidas: salir de casa, buscar un objetivo, comer mejor, dormir y socializar. No es necesario que nos preparemos para un maratón, sencillamente ir al gimnasio algunos días a la semana o salir a caminar por el monte con un grupo de amigos, puede ser mano de santo para que nuestro cuerpo y nuestra mente salgan del estado de negatividad. Robin S. Sharma escribió un conocido bestseller: “El monje que vendió su Ferrari” un libro estupendo para todos aquellos que deseen comenzar también con el programa de gimnasia mental que representa ser positivo, y los ejercicios son bastante sencillos: buscar el lado bueno de las cosas, intentar siempre estar motivado, pensar que nuestro estado de ánimo afecta también a los que nos rodean, tener control sobre nuestra vida, aprender a reír e intentar buscar la felicidad en aquellos pequeños detalles de la vida que a veces pasamos por alto.

Personalmente, mis pequeños detalles son los momentos en que salgo a entrenar con mi pareja o corro por la Carretera de las Aguas en Barcelona e incluso cuando comparto entrenamiento con algún cliente o compañero. 

En esos momentos la energía que invade mi cuerpo es tal que podría iluminar toda la ciudad con ella, por eso intento “contagiar” a las personas que me rodean de mi pasión por la salud y el ejercicio, una pasión que se aprende y se asimila mejor que la más potente de las medicinas.


Luis Perea

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