Antes de comenzar a hablar
sobre esto vamos a dejar algunos aspectos claros: el ser humano, el homo sapiens, como homínido
desarrollado, no ha evolucionado durante miles de años para tener un cuerpo
esbelto y unos abdominales definidos. Nuestra evolución ha sucedido en un
entorno hostil en donde carecer de una capa aislante del frío exterior o de
reservas de grasa (por la escasez de alimento) significaba morir. Por decirlo
de alguna manera: llevamos miles de años entrenando a nuestro organismo en ser
tremendamente eficiente en ahorrar para sobrevivir. Intentar cambiar en
cincuenta años un patrón genético que lleva miles de años perfeccionándose es
una entelequia.
Que el ejercicio físico
adelgaza es algo que nadie puede poner en duda. Diferente es, ¿Cuánto
ejercicio? o, ¿Qué ejercicio? Cuando algún cliente (la gran mayoría) tiene como
objetivo adelgazar, hay parámetros que varían poco entre una persona y otra y
aunque casi siempre se dejan aconsejar sin muchas dificultades y son fácilmente
orientables, hay algunas personas, sin embargo, que conjugan una amalgama de
aspectos mucho más complejos y que tienen que ver no sólo con su autoestima
sino con su aspecto físico, su seguridad, su imagen, su trabajo y multitud de
hábitos erróneos y mitos que han ido instalando en su cabeza desde el inicio de
su periplo en busca de la imagen deseada. Muchas mujeres por ejemplo no quieren
saber nada de los análisis por bioimpedancia que me permiten poner nombre y
apellidos a su peso corporal, es decir, saber exactamente cuantos kilos de su
peso total corresponden a grasa, agua o masa muscular y a veces a sus hábitos
de vida… lo único que quieren es perder peso y poco les importa si en ese peso
que pierden hay más o menos masa muscular.
Un entrenador personal es solamente
uno más de los resortes que están dispuestos a tocar, algunos incluso atentando
contra su salud, como con la ingesta indiscriminada de laxantes y diuréticos. A
veces te dicen “tomo solamente un
producto natural…” y yo pienso: “las
setas son naturales, y algunas pueden matarte”. Otras personas le tienen
terror a la palabra “masa muscular” porque asocian ganar masa muscular con
ganar volumen -precisamente lo que más les interesa perder- y a la larga se dan
cuenta de que cada vez están más blandas y sin tono muscular con el
consiguiente descolgamiento de tejidos. Mucho cuidado con los caminos cortos
como las hierbas adelgazantes o los productos laxantes. Los caminos cortos
suelen tener efectos cortos.
Al final, los profesionales de
la salud y la actividad física, nos pasamos la vida luchando contra mitos
infundados y contra costumbres que se arraigan en la normalidad y en la
cotidianeidad de la vida de nuestros clientes y pacientes. Costumbres que
incluso a veces esconden y ye obligan a sondear más allá del plano puramente
físico para conseguir suficientes datos que te permitan ofrecer una respuesta
objetiva a sus requerimientos. Cuando veo que un cliente, generalmente mujer,
desea mantener un peso corporal por debajo del valor mínimo normal que le
corresponde por edad y estatura y acompaña ese deseo con afirmaciones como “es
que yo me veo mejor así”, o se ven más gruesas de lo que realmente están
(tienen una distorsión sobre su imagen real), o tienen una preocupación excesiva
por la celulítis que encuentran mediante presiones con las manos y extrañas
posturas en los lugares más recónditos de su cuerpo, entonces… algo no marcha
bien, y no en su cuerpo sino en su cabeza. Generalmente a la que indagas un
poco más, descubres que tienen menstruaciones irregulares, problemas de
insomnio, suelen llevar una dieta absolutamente errónea mediante sistemas que
ellas creen haber personalizado perfectamente para sus necesidades, utilizan
laxantes o “sistemas naturales” sin control profesional, se pesan cada día,
tienen un carácter “especial” (depresiones, irritabilidad…), y tienen un
excesivo interés por cualquier publicidad o producto adelgazante.
Lo negativo de todo esto es que de forma
paralela con el ejercicio físico y su gran utilidad como precursor de un
metabolismo más eficiente en gastar que en ahorrar, tenemos que convivir
-cuando entramos en el terreno del adelgazamiento-, con pastillas saciantes
(vegetales o no), excitantes, termogénicos y aceleradores metabólicos, ingestas
indiscriminadas de L-Carnitina diuréticos y otras suertes de productos con los
que también nuestros compañeros nutricionistas y endocrinos deben batallar cada
día. Es importante hacer ver al lector un detalle de suma trascendencia: si un
producto, fuera el que fuera, tuviera los efectos a nivel de gasto energético y
de efectos secundarios como el que tiene correr durante treinta minutos, este
sería el producto más vendido en la historia de la humanidad.
Nada suple hacer ejercicio y los milagros
no existen (por lo menos en el ámbito de la actividad física y la nutrición)
por eso los diferentes profesionales que nos dedicamos a esto tenemos que
estudiar y continuar estudiando toda la vida para averiguar que es lo que
funciona, que efectos tiene y sobre quien se puede aplicar. Actualmente ningún
estudio científico (no comercial) apoya la idea de que la L-Carnitina tenga
realmente efectos como “quemador de grasa”. La carnitina es un aminoácido
sintetizado por el hígado y los riñones a partir de otros dos componentes: la
lisina y la metionina que se encuentran en las proteínas. Si que existen
estudios rigurosos que indican que ingiriendo suficiente cantidad de proteínas
(2 g/kg/día) obtenemos la suficiente cantidad de lisina y metionina como para
sintetizar la carnitina necesaria para el transporte de ácidos grasos al
interior de la mitocondria. La glutamina, un aminoácido no esencial (nuestro
cuerpo lo sintetiza para autoabastecerse) también entraría en la lista de
productos utilizados supuestamente para aumentar el rendimiento físico,
proteger el sistema inmunológico (la glutamina participa en la síntesis de los
glóbulos blancos) y bajar el porcentaje graso, sin embargo no existen tampoco
evidencias científicas que apoyen tal idea. Algunos investigadores incluso
sugieren que existen evidencias consistentes de que la glutamina es susceptible
de aumentar los niveles de colesterol según el
Dr. George C. Phillips de la Universidad de Iowa y publicado en la revista Current Sports Medicine Reports.
Luis Perea
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