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Al margen de problemas
metabólicos o de desajuste de glándulas endocrinas-cerebro y hormonales, para
adelgazar tenemos que tener en cuenta algunos conceptos básicos, vamos a
describirlos de forma sencilla y general:
1. Muchas
veces, el ejercicio que hacemos posiblemente no sea el más indicado y
seguramente no lo suficientemente intenso o duradero.
2. El
ejercicio que hacemos cada semana, seguramente también es insuficiente.
3. Cuanta
menos masa muscular tengas, tanto menos eficiente será tu metabolismo en quemar
calorías y más se demostrará el punto 2.
4. Es
necesario equilibrar la balanza entre las calorías que gastas (haciendo
ejercicio y durante la vida diaria), las calorías que ingresas (comiendo) y tu
potencial de gasto calórico (la masa muscular que tengas y la eficacia de tu
metabolismo, o sea, lo acostumbrado que lo tengas a “quemar” de forma regular).
5. Las
dietas solo tienen entre un cinco y un diez por ciento de éxito. O lo que es lo
mismo: las dietas son ineficaces en el 90% de los casos. Sin embargo cuando se
acompañan de ejercicio físico, más del 50% de las personas consigue adelgazar.
Lo importante a partir de ese momento es habituarse al ejercicio físico regular
y a comer de forma equilibrada, siempre.
6. Las
personas que de forma progresiva y con el paso de los años han ido
incrementando su peso corporal, suelen tener un rasgo en común: no les gusta
hacer ejercicio. Pero es necesario que entiendan que al igual que no terminarán
una carrera universitaria si no sacrifican parte de su tiempo libre en estudiar
y esforzarse, si no hacen ejercicio físico de forma regular ocurrirá lo mismo:
su cuerpo se vuelve tremendamente eficiente en hacer lo que le hemos entrenado
a hacer toda la vida: ahorrar (acumular grasa). Una de las razones del porque
esto ocurre paulatinamente es porque poco a poco “desconectamos nuestra antena
receptora” de la grasa.
La grasa emite ciertos mensajes químicos al cerebro mediante hormonas que segrega, ciertas moléculas como la leptina reciben estos mensajes haciendo las veces de antena receptora que transmite de forma fidedigna la información emitida al cerebro, que la gestiona de la forma más sencilla: “ya tenemos suficiente grasa” o bien “no necesitamos más grasa”, (cerebro, que a su vez controla y regula la actividad de las glándulas endocrinas a través fundamentalmente de la hipófisis).
La grasa emite ciertos mensajes químicos al cerebro mediante hormonas que segrega, ciertas moléculas como la leptina reciben estos mensajes haciendo las veces de antena receptora que transmite de forma fidedigna la información emitida al cerebro, que la gestiona de la forma más sencilla: “ya tenemos suficiente grasa” o bien “no necesitamos más grasa”, (cerebro, que a su vez controla y regula la actividad de las glándulas endocrinas a través fundamentalmente de la hipófisis).
El
cerebro de las personas que desconectan esa antena química no es capaz de
interpretar en que momento el nivel de grasa acumulada ya es suficiente.
Ciertos estudios de neurobiología realizados con ratones a los que se les
eliminó está molécula han llegado a conclusiones verdaderamente clarificadoras
como afirmar que ignorar el mensaje de esta molécula y continuar ingiriendo
alimentos más allá de lo que necesitamos (a veces no comemos por hambre sino
por ansiedad), acabará por estropear esta antena receptora, con lo que el
cerebro recibirá en realidad una información errónea de lo que en necesidad
está ocurriendo en el organismo. Y es que la naturaleza química de las hormonas
es tremendamente potente no solo en la regulación de lo que ocurre en nuestro
organismo sino decidiendo temas tan importantes como nuestro comportamiento, y
no solo el alimentario o el sexual, sino también el anímico.
6. La
frase mágica no es “cuanto gastas” sino “cuanto ingresas y cual es tu potencial
gastador”.
Pongamos un ejemplo: una persona puede
comer diariamente 1.800 Kcal, si esta persona tiene un índice de masa muscular
elevado, sencillamente con la actividad física de su vida diaria, es decir, ir
a trabajar, caminar, levantarse de una silla e incluso dormir, muy posiblemente
su gasto calórico ronde estas 1.800 Kcal, por lo que difícilmente engordará.
Sin embargo, parte de estas 1.800 Kcal pueden convertirse en grasa en personas
con índices de masa muscular inferiores (su “motor” es de menor cilindrada) y a
ello se le suma que seguramente, al tener menos masa muscular, su movilidad
diaria, el ritmo al caminar, la forma de moverse etc. sea más pausada con lo
que ya tenemos dos factores que en igualdad de ingreso calórico favorecerán el
sobrepeso: menos movilidad (y por tanto menos gasto calórico) y un cuerpo menos
gastador (poca masa muscular). Es decir, los parámetros importantes son: cuanto
ingreso (en forma de calorías, teniendo en cuenta que un gramo de grasas tiene
más calorías que un gramo de hidratos de carbono), cuanto gasto (haciendo
ejercicio, durante la vida diaria y en reposo) y cuanto potencial gastador
tengo (cuanta masa muscular poseo y cuan de eficiente es mi metabolismo). Y
esta eficiencia, se puede extrapolar también a aspectos como la eficiencia en
la secrección de insulina.
Cualquier nutricionista sabe que casi
todo el azúcar existente en nuestro organismo, procede de la metabolización de
los hidratos de carbono, por lo cual, a menos necesidad de metabolización,
menos necesidad de secrección. Esto es muy importante de cara a aquellos
profesionales que piensan que una dieta hipocalórica es suficiente.
Posiblemente lo sea durante unos meses, los suficientes como para que algunos
pacientes consigan rebajar algunos kilos (no todos de grasa, desgraciadamente
algunos de masa muscular) y suficientes sobretodo para que aquellos pacientes
que han seguido la dieta firmemente y al pié de la letra no pongan en
entredicho su profesionalidad.
La parte negativa -y vamos a explicarlo
de forma muy simple-, es que estas personas que no añaden el ejercicio físico a
su programa de adelgazamiento y basan la eficacia únicamente a la restricción
calórica, corren el riesgo de que sus células pierdan progresivamente sus
receptores de la insulina ya que si se acostumbran a que no hayan hidratos de
carbono circulantes, el páncreas sencillamente no recibirá el estímulo
necesario para producir insulina. Correr el riesgo de que el páncreas se
“olvide” de cómo producir insulina, es correr el riesgo de volverse o no
diabético, por eso es tan importante que no simplemente hagamos una restricción
calórica sino que aumentemos el gasto total y dejemos que el páncreas tenga
trabajo. De igual forma, el exceso en la secrección de insulina puede provocar
diferentes alteraciones como que el páncreas deje de producirla o que “el
empacho” haga que nuestras células se vuelvan resistentes a esta y no quieran
más, lo que desembocaría también en un estado de diabetes. Desgraciadamente
nuestra dieta está plagada de azúcares por doquier. A favor de ciertos
profesionales tengo que decir que en ocasiones algunas dietas hipocalóricas no
lo son en realidad. Se trata más bien de dietas apropiadas o de dietas
equilibradas. Lo que ocurre es que algunas personas comen tanto y tan mal, que
cuando ven la dieta que tienen que seguir piensan que “no podrán vivir con tan
poca comida” y la realidad es en cambio, que nunca han necesitado tanto
combustible.
Una buena solución es comenzar
a distinguir entre los hidratos de carbono “buenos” (que poca gente conoce) y
los hidratos de carbono “malos”, que se digieren a gran velocidad y exigen una
rápida y elevada reacción glucémica.
Muchas veces, algunas personas me dicen:
“pero si yo juego a golf y hago ejercicio
tres días por semana…” y eso es estupendo desde el punto de vista
cardiovascular e incluso anímico, pero lo cierto es que hay ejercicios que no
gastan demasiadas calorías. A esto se le suma que su cuerpo parte muchas
veces de un índice de masa muscular
mínimo, por lo que las calorías consumidas en una hora, estarán limitadas y
serán poquísimas y muchas veces la única forma de adelgazar será disminuir el
ingreso calórico.
Luis Perea
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