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Dormir es una sana costumbre.
De hecho, la razón del porque los bebés duermen tantas horas, es porque los
mecanismos de construcción y determinadas funciones hormonales, sólo se activan
durante las horas de sueño (algo directamente relacionado con la producción de
hormona del crecimiento que ocurre principalmente durante la noche).
Algunas de
estas funciones y regulaciones fisiológicas, bioquímicas y metabólicas, operan
según el llamado ritmo circadiano (del latín: circadia = alrededor del día) que
es un reloj biológico que basa su funcionamiento en la fotoperiodicidad, es
decir el los flujos de luz mediante la melatonina, tratándose además de un
potente antioxidante (más incluso que la vitamina E) que protege nuestras
células.
El canal o medio que emplea nuestro organismo para identificar la luz
ambiental son las moléculas fotosensitivas o fotorreceptores. Diversos estudios
sugieren que las secreciones hormonales están íntimamente ligadas a factores
ambientales, incluido el ciclo luz/oscuridad, factor estrés o cambios
periódicos en los niveles de actividad y los patrones alimenticios. Aparte de
todas estas funciones reguladoras, la melatonina está siendo objeto de
diferentes estudios pues además de ser antioxidante para todo el organismo,
esta función parece ser especialmente beneficiosa para las células nerviosas a
favor de una mayor capacidad de traspasar la barrera hematoencefálica y llegar
a ellas.
Este reloj circadiano, localizado por los
científicos en el hipotálamo anterior, es el medio principal de información
temporal rítmica que emplea nuestro organismo para regular la mayoría de
procesos fisiológicos en el organismo, de ahí que alterarlo signifique alterar
parte de estos ciclos orgánicos, de hecho, alterar nuestro ritmo de sueño,
llevar una vida estresada o no controlar nuestra alimentación, puede ser uno de
los factores desencadenantes de que nuestro sistema hormonal no funcione
correctamente.
Nuestro reloj sufre alteraciones por ejemplo durante los viajes
transoceánicos donde el cambio horario impone una sincronización obligatoria de
este. Cuando esta sincronización es permanente, por ejemplo en personas que
deben trabajar durante la noche y dormir durante el día, personas con
habituales costumbres de ocio nocturno o personas que viajan frecuentemente en
donde se ha observado una disrupción crónica del sueño que a la larga tiene
efectos sobre la salud y se traduce en persistentes estados de ansiedad o
alteraciones del carácter.
Existen también evidencias científicas de que una de
las principales funciones del sueño es la restauración del almacenamiento de
energía en el cerebro y la consolidación de la memoria. Lo que ocurre
cada vez con más frecuencia en nuestra sociedad es que convivimos con
estimulantes como la cafeína o la nicotina para continuar “en marcha” cuando nuestro
reloj biológico lo que realmente nos está pidiendo es dormir. Cuando ya hemos
desincronizado nuestro reloj interno, entonces es al contrario, es decir,
nuestro cuerpo nos pide estar despiertos, ante lo cual luchamos con fármacos
sedantes e hipnóticos.
Gracias a este panorama, se han
instaurado en nuestra sociedad diversos mitos como que “dejar de fumar
engorda”, cuando lo que ocurre realmente es que; sin saberlo; teníamos
acelerado nuestro metabolismo de forma anti-natural con un estimulante como es
la nicotina. Algunos estudios revelan que la nicotina disminuye la sensación de
hambre y que existe un cierto estímulo en la secrección de adrenalina, sin
embargo la afirmación real no es que dejar de fumar engorde, sino que la
ansiedad que produce dejar el hábito al que teníamos enganchado a nuestro
cuerpo, nos hace comer más y eso es lo que engorda.
La solución es sencilla:
ante la ansiedad que provoca la deshabituación al tabaco existen diferentes
ayudas de tipo farmacológico y ante la “desaceleración” de nuestro metabolismo,
existe un medio natural y muy beneficioso de conseguir los mismos resultados:
hacer ejercicio. Pensamos incorrectamente que los estados alterados de
conciencia como la tranquilidad o el cierto sosiego que produce fumar o beber
son el estado natural de nuestro organismo cuando es precisamente lo contrario:
lo verdaderamente natural es no necesitar tener un cigarro entre los labios.
Otros estudios proponen que los
trabajos nocturnos que limitan las horas de sueño desencadenan problemas de
estrés con más frecuencia que los trabajos diurnos y que ello ocasiona
disbalances metabolicos que desembocan a su vez en una mayor incidencia de
obesidad y consumo excesivo de alcohol, esto último asociado de forma inherente a los procesos de estrés continuado, los cambios de carácter y por supuesto a la obesidad. También
parece que la falta de horas de sueño tiene una acción directa sobre el
receptor cerebral Gaba, que es afectado por el efecto
hipnótico de las benzodiacepinas y los barbitúricos que se emplean para inducir
al sueño de forma artificial mediante la descarga de neuronas noradrenérgicas.
De igual forma que el exceso de alcohol altera la acción del neurotransmisor
Gaba provocando cambios de carácter, la misma línea conductora podría seguirse
para explicar el porque de los cambios de carácter en personas que duermen
menos de lo necesario ya que es un neurotransmisor directamente relacionado con
los grupos neuronales facilitadores del sueño. Algo que está científicamente demostrado es que a acción beneficiosa de la hormona del crecimiento y la
melatonina se ve seriamente interrumpida si a su vez interrumpimos las horas de
sueño, por tanto estamos hablando de efectos bioquímicos que más tarde o más
temprano repercutirán en nuestro aspecto y evidentemente en nuestro rendimiento
mental y físico.
Dormir para memorizar, dormir para concentrarse
En ocasiones pensamos que los
desarreglos metabólicos que produce el hecho de no dormir tienen sólo que ver
con sintomatologías como el cansancio y que desaparecen haciendo simplemente lo
contrario, es decir, dormir. Sin embargo las costumbres erróneas crónicas suelen
producir desajustes crónicos, o lo que es lo mismo: si seguimos costumbres poco sanas para nuestro cuerpo y nuestra mente, volver a “estar sanos” no es
una cuestión simplemente de cambio de actitud.
Es necesario que el tratamiento corrector
(dormir más, alimentarse adecuadamente o hacer ejercicio) haga sus efectos. Es
además muy importante destacar que los primeros síntomas provocados por la
restricción del sueño son a veces casi invisibles puesto que afectan más al
cerebro y sus funciones cognitivas (memoria, capacidad de atención y
concentración, capacidad de aprendizaje)… que al propio cuerpo.
En este sentido apuntan también algunas
investigaciones que indican mediante pruebas como la tomografía de emisión de
positrones (PET), que la actividad del cerebro humano es mucho mayor durante la
etapa de sueño REM en personas que han sido previamente entrenadas en pruebas
de aprendizaje. Esto dejaría vislumbrar la posibilidad, bastante sólida según
los especialistas, de que la
etapa REM tiene una función importante en la consolidación de
tareas aprendidas durante el día e incluso en la fijación de la memoria y los
hechos vividos. Incluso la sana y mediterránea costumbre de hacer la “siesta”
podría explicar por estas razones sus efectos reparadores ya que se constituye
básicamente de etapas de sueño REM. La etapa REM adquiere su nombre de “Rapid Eye
Movement” o “movimiento rápido de los ojos” y se trata según los expertos de la
etapa en que más se sueña.
El sueño y el sistema inmunitario
Dormir es además un aspecto
fundamental para mantener nuestro sistema inmune en forma. Esto es algo en que
los especialistas han llegado a un acuerdo bastante armónico: se sabe por
ejemplo que las citoquinas pro-inflamatorias producen un incremento del sueño
de ondas lentas (SWS), mientras que las citoquinas anti-inflamatorias inhiben
el sueño NREM, también se cita muy generalizadamente a la prolactina y hormona
del crecimiento, algo que podría asociarse con la sabiduría popular que nos
decía de pequeños, que crecíamos al pasar unos días en cama con gripe.
Numerosos investigadores y médicos nos indican que el sueño de ondas lentas
tiene una asociación directa con la secreción de hormona del crecimiento en el
ser humano, nombrando también a la interleucina 1 y la prostaglandina E 2,
decisivas desde el punto de vista inmunológico. La hormona del crecimiento
tiene un efecto anabolizante y se segrega principalmente durante las etapas de
sueño más profundo. Esto es importante, puesto que parece demostrado que los
niños que sufren de trastornos del sueño o que no duermen las horas necesarias,
no sólo verán disminuido su rendimiento escolar y físico, sino que también
pueden padecer problemas de crecimiento.
La realidad fisiológica es que las
restricciones de sueño han demostrado alterar el sistema inmunitario, algo
ampliamente estudiado en los efectos del estrés sobre las respuestas inmunes,
sabiendo también que los niveles de cortisol del cual hemos hablado en
referencia al estrés, aumentan tremendamente en estados de déficit de sueño, en
los que también se involucran endorfinas, metencefalinas, hormona estimulante
de la tiroides (TSH) y hormona adrenocorticotropa (ACTH). El efecto
consiguiente de la falta de sueño es una degradación sistemática de la eficacia
del sistema inmune y del control del sistema endocrino.
También se han
observado ciertas alteraciones de las función endocrinas inducidas por la
privación de horas de sueño, en concreto de unas cuatro horas de sueño durante
seis días, apareciendo anomalías en el metabolismo de los carbohidratos, con
una tendencia a la aparición de diabetes. Y ya que estamos hablando también de
nutrientes, es significativo también apuntar que no son pocos los estudios como
el de la Universidad de Stanford en E.E.U.U que citan dos
hormonas, la leptina y la grelina implicadas en la regulación del apetito y en
la sensación de saciedad, asegurando que la duración del sueño puede interceder
como un regulador del metabolismo y también del peso corporal.
Como vemos, por lo general los aspectos
más nocivos para nuestro cuerpo son aquellos que nos apartan del “estado
natural”. No dormir no es natural, ni tampoco lo es comer alimentos procesados
(la naturaleza no provee de alimentos procesados). De igual manera, estar obeso
y vivir apoltronado en un sofá tampoco es natural… y no debería serlo trabajar
de noche, pero estamos hablando de salud, no de circunstancias sociales ni
económicas. De hecho, hemos substituido gradualmente el regulador natural del
sueño -la luz-, por reguladores artificiales como la nicotina, la cafeína o los
sedantes farmacológicos.
A la vez, empleamos fármacos y otras substancias para
eliminar el exceso de grasa y nos sometemos a restricciones calóricas para
adelgazar (es más natural y tiene efectos más beneficiosos aumentar el gasto
calórico incrementando los niveles de ejercicio físico).
Otro aspecto importante del que
hablare en otro post, es la hormona del crecimiento o HGH (hormona del
crecimiento humano). Esta hormona se segrega de manera secuencial cada noventa
minutos aproximadamente. Sus secuencias máximas de secreción son nocturnas,
por lo que al romper o dificultar su flujo natural de secreción evitamos
también la interacción directa con otras hormonas que interactúan directamente
con la HGH como la IGF-1 que determina entre
otras cosas la velocidad o aceleración de nuestro metabolismo y la asimilación correcta
de los hidratos de carbono, ya que esta hormona es liberada en base a
diferentes patrones de estímulo entre los que podemos encontrar la actividad
física.
Luis Perea
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