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En estos momentos los conocimientos en torno a áreas como la educación
física o la alimentación han pasado a configurar el contenido de programas de
televisión y de decenas de revistas, sin embargo, la sobrealimentación y el sedentarismo
configuran junto con otras patologías el principal riesgo para la salud de las
personas.
Ahora se ve por televisión más deporte del que se practica, y a pesar
de que la población está cada vez más concienciada con los beneficios de su
práctica en términos de salud, los modelos sociales, las modas y la belleza
impuesta, tienden a mostrar solamente la parte estética de la actividad física,
relacionando sus beneficios sólo con los efectos visuales en forma de belleza
corporal. De hecho, si hacemos un repaso a la mayoría de “comodidades” de la
vida actual: escaleras mecánicas, mando a distancia, ascensores etc. Lo que
estamos viendo es que se trata de elementos que hacen que cada vez nos movamos
menos, o sea, sistemas que eliminan la necesidad de que nuestros músculos
desarrollen fuerzas, trabajen y se tensen, y realmente… ¿cuál es la función
de un músculo?: tensarse.
Contar con estos años extra ha cambiado los planteamientos sociales hasta puntos inimaginables, desarrollando esquemas de vida en los países desarrollados que por primera vez individualizan y exteriorizan actitudes y formas de vida que tienen como prioridad el Yo, por encima de aspectos relacionados con "la comunidad", aspectos reproductivos, familiares e incluso religiosos. Las repercusiones sociales están siendo enormes: la sanidad, el ocio, las tendencias sexuales, la economía, la familia, el trabajo...
El reto actual de la sociedad es cambiar los hábitos adquiridos y heredados de nuestros antecesores, ya que sin tener en cuenta las enfermedades a las que no se tenía cura y que diezmaban a la población, el resto de agresiones no conformaban un peligro latente a corto plazo, porque de hecho, la vida, en toda la extensión de la palabra, era también un proyecto a corto plazo.
Ahora esto ya no es así, y nos encontramos con una sociedad que debe reorientar su ocio, su tiempo libre y sus años extra de vida hacia estilos y costumbres que no agredan su salud, es más, que la potencien. Fijémonos por ejemplo en las nuevas sociedades emergentes como las parejas homosexuales, las parejas heterosexuales sin hijos e incluso la tercera edad que se está preparando cada vez más para vivir una cuarta edad cada vez más activa y -esperemos- que cada vez menos dependiente.
Este ocio añadido del que podremos disfrutar, se traducirá sin duda entre aquellas personas más sanas, en más viajes, más libros, más deporte, más tiempo con los hijos o con los nietos,… pero que representará entre aquellas personas que no se han cuidado a lo largo de la juventud un calvario alrededor de médicos, fármacos, dolor y seguramente una carga para los hijos que exigirá sin duda la ayuda de geriátricos y profesionales especializados. Nunca con tanta fuerza podemos afirmar que la salud de hoy determina la calidad de vida del mañana y más aún cuando el “mañana” puede dar comienzo treinta años antes de completar nuestro periodo de vida.
Hoy, estos "hábitos erróneos de vida" se magnifican en un entorno demasiado condicionado por un estilo de vida capitalista en donde el éxito no se gana, no se consigue, sino que se alquila en forma de objetos, casas, coches, y en donde la publicidad y el marketing condicionan no solo lo que queremos, sino también cuando lo queremos, algo que condiciona incluso la manera de alimentar a nuestros hijos, mediante juguetes, cromos y premios incorporados a sus meriendas y desayunos, induciendo al niño hacia una idea deformada de la alimentación unida al concepto de recompensa. Desgraciadamente esto ocurre sobretodo entre los más jóvenes a los que se les está educando en modos de ocio absolutamente sedentarios como los ordenadores o los videojuegos (no todos malos por supuesto) y a lo cual tienen mucho que decir los padres en su influencia hacia la práctica de actividades deportivas y de grupo.
Pero existe otra consecuencia directa de poder vivir más, y es la decisión de uno mismo, de ese "Yo", de aprovechar esos años redundantes de vida con el mejor estado físico, anímico y mental posible. Una nueva tendencia que se refleja -con mayor o menor influencia por parte del ámbito empresarial- en índices cada vez más elevados de afluencia a centros deportivos.
La búsqueda de la salud, ha pasado sin embargo por diferentes fases y en estas fases han tenido especial relevancia las últimas investigaciones científicas en cuanto a envejecimiento, nutrición etc. y también -como no- el omnipresente marketing que en ocasiones nos muestra una cara excesivamente persuasora de lo que sin duda podemos necesitar (salud) pero que no sólo tiene que ver con actividad física sino también con cambios en los hábitos nutricionales y de vida. Estar sano conlleva mucho más que ir a un gimnasio y exige un reenfoque en la manera en la que nos relacionamos y los grupos con los que compartimos nuestro tiempo libre. Evidentemente, no podemos separar toda esta amalgama de un concepto básico: el nivel cultural, puesto que más cultura y por tanto más conocimiento, otorgan sobretodo más variables y mayor capacidad de decisión.
Como profesional de la salud y la actividad física, he vivido en primera persona estas fases, buscando en una época el rendimiento físico durante los periodos en que hablábamos de Fitness y deporte. Poco a poco, los científicos han ido desentrañando algo que ya nos decía Hipócrates en el siglo V antes de Cristo: "lo que se utiliza se desarrolla, lo que no se utiliza se atrofia" (y esto es aplicable también para la mente), pero los actuales medios científicos han incorporado nuevas variables que interrelacionan actividad física con salud, alimentación, riesgo de enfermedad, envejecimiento e incluso técnicas orientales y alternativas… hemos entrado en la etapa del Wellness, del bienestar.
Pero sin embargo, miro a mi alrededor y veo mucha decoración, mucho marketing, mucha moda y mucho feng-shui y observo también que la gente sigue auto agrediéndose mediante tabaco, costumbres nutricionales absolutamente nefastas para la salud, sedentarismo… y yo me pregunto: ¿realmente somos conscientes de hasta que punto nos estamos maltratando? Y, ¿cómo podemos erigirnos como educadores de conceptos relacionados con el civismo o la ética cuando somos incapaces todavía de gestionar que es un hidrato de carbono y que función cumple una proteína en nuestro organismo? Es posible que la respuesta no esté en la conciencia.
Seguramente tendríamos que buscar estas respuestas en nuestro cerebro y preguntarle porque estamos involucionando en contra de cualquier instinto de preservación: creamos un entorno que nos agrede diariamente, nosotros mismos nos agredimos cada día de forma añadida no sólo con lo que hacemos sino también con lo que dejamos de hacer, priorizamos en aspectos que no siendo fundamentales, condicionan enormemente nuestra calidad de vida y pasamos por alto, que tenemos en nuestras manos mil herramientas para hacer cosas que el calendario de la naturaleza vetó a nuestros abuelos: vivir más, vivir mejor y vivir felices.
La inercia de la vida actual nos está volviendo además seres absolutamente sensibles y receptivos a impactos externos: vemos la televisión, nos empapamos incluso de la vida privada de los demás mediante diversos programas de televisión, convivimos con un consumismo desmesurado potenciado por estrategias de marketing que nos bombardean diariamente desde radio, televisión, publicidad en casa y en la calle… y somos sin embargo relativamente sordos a lo que acontece dentro de nuestro organismo, (algunos especialistas en estrategia de comunicación opinan que se trata de una evolución del marketing).
Es como si todo lo externo hiciera más ruido que lo que pasa dentro de nuestro cuerpo y acaparase nuestra atención haciéndonos olvidar lo importante que es invertir en el bien más preciado que tenemos: la salud y la vida, porque cultivar una mente y un cuerpo sano es sobre todo una inversión y un arte sobre el que hay que aprender a educarse. ¿De nuevo habría que apuntar hacia el factor cultural?, seguramente ese es sin duda un factor importante, pero no existe ninguna duda en que existen factores sociales e incluso relacionales que hacen que las personas necesiten la compañía y la aprobación de otras para ser felices, aunque ello conlleve mimetizar actitudes que en ocasiones nos agreden. Estas actitudes se cristalizan generalmente en las edades más tempranas, por ello es tan importante la educación familiar.
“Plantéate de que forma vives o resígnate a vivir sin un planteamiento”, es una frase que explica de forma sencilla la importancia que tiene entender que vale la pena hacer un alto en el camino a cualquier edad y en cualquier momento con el objetivo de mirar hacia atrás y en base a lo que veamos prever que futuro nos espera…
Luis Perea
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